El Museo de Bellas Artes de Asturias acoge desde este viernes hasta el 26 de mayo una exposición antológica dedicada al pintor ovetense Luis Fernández, con la exhibición de 146 obras que supone un repaso de la producción de unos de los creadores asturianos más destacados del siglo XX. La primera retrospectiva de Luis Fernández (Oviedo, 1900 – París, 1973), con motivo de la conmemoración del cincuenta aniversario de su fallecimiento, llega a la pinacoteca asturiana después de pasar unos meses en Madrid y muestra obras procedentes de colecciones nacionales, francesas y norteamericanas, entre las que se hallan algunas de sus obras maestras. La exposición, que repasa toda su trayectoria con creaciones desde 1915 hasta 1973 y se posiciona como la más ambiciosa de las presentadas por la institución asturiana en toda su historia, está coorganizada por el Museo con la Fundación María Cristina Masaveu Peterson con el fin de exhibir la obra de uno de los artistas españoles más singulares y, sin duda, relevantes del siglo pasado.

Desde 1924, momento en el que se trasladó a París, Fernández se codeó con lo más relevante de las vanguardias europeas, participando en varios movimientos como la abstracción y el surrealismo. Pionero de la abstracción geométrica a finales de los años veinte, cultivó un arte de síntesis en los primeros treinta, frecuentó el surrealismo y el picassismo entre 1936 y 1944 y se adhirió a un estilo poscubista entre 1944 y 1952 con el que trabajó la naturaleza muerta, el retrato y el paisaje.

Tras estas etapas, la pintura de Fernández llegó a lo que él mismo calificó como su periodo de madurez, momento en el que desarrolló un estilo personal que tiende hacia la búsqueda de la belleza y lo absoluto, mediante la ejecución de series de obras en las que repite algunos motivos como una rosa, un cráneo, una vista marina, un vaso de vino con un trozo de pan o un barco semihundido, tratando de profundizar en su esencia y extraer de ellos nuevos acentos.