Entrevista | José Ramón García, «Monchu’l cura» Sacerdote jubilado. Publica «Astures, gens hispaniae»

"Soy español, pero quiero que se reconozca mi identidad, mi nacionalidad asturiana"

"La sociedad necesita una ética de valores; se puede cambiar de opinión de forma razonada, pero no dar por lícita la perversión de la mentira"

José Ramón García, con su libro, durante la presentación en Villaviciosa. | Ateneo Obrero de Villaviciosa

José Ramón García, con su libro, durante la presentación en Villaviciosa. | Ateneo Obrero de Villaviciosa / José A. Ordóñez

José A. Ordóñez

José A. Ordóñez

José Ramón García Fernández (Villaviciosa, 1936), más conocido como "Monchu´l cura", acaba de publicar "Astures, gens hispaniae", un documentado ensayo en el que defiende que Asturias es "la primera nación histórica" y en el que se resume el trabajo intelectual de toda una vida. Ya jubilado, y con tiempo para dedicarse a la pintura tras desarrollar su actividad pastoral en Luarca, Villaviciosa, Teverga, Sama o el Hospital Central de Oviedo, García ve a la sociedad actual "desorientada" y clama contra la mentira. "Es una perversión", alerta.

–¿Cómo surge este libro?

–Está pensado casi desde que era un rapaz, desde las clases de historia que impartía José Luis González Novalín, con las que no estaba muy de acuerdo. En cambio, había otro profesor, Ananías Alonso Domínguez, que era más crítico y con el que conectaba mejor. Dicen que cuando una mariposa aletea en un pueblín eso llega a Nueva York. Pues me aficioné a la historia y así fue surgiendo la idea del libro, siempre desde lo crítico.

–¿En qué sentido?

–No me convencía siempre lo que me decían. Que en Covadonga hubo una gran batalla, o que en Santiago se descubrió el sepulcro del Apóstol. Las tradiciones tienen valor, pero no son hechos en sí. El mito se fundamenta en algo que pasó, pero no es un hecho concreto.

–Defiende que Asturias es una nación histórica.

–La primera, eso está claro. Ya quisieran los catalanes tener lo que nosotros tenemos. Ya quisieran muchos esta historia o un arte propio. Un arte asturiano y creado por asturianos.

–¿Cuándo surge esa nación asturiana?

–Los astures y los cántabros ya se enfrentaron a los romanos. Gens astur, en el título del libro, lo copio de San Isidoro de Sevilla y significa nación. Así se nos conocía en la Alta Edad Media. El nombre de astures nos lo pusieron los romanos. Los reyes asturianos nunca intentaron conquistar España, fueron a por la antigua Gallaecia, no pasaron del Duero para abajo. Los romanos no crearon ciudades ni templos en el norte. Solo les interesaba el oro, algo en lo que dicen que seguimos siendo una de las grandes reservas. Aquí hicieron villas, un poco como los ingleses en la India. Hay unas maneras de sentir y de vivir que son anteriores a los romanos.

–¿Y pervive esa identidad?

–Se va perdiendo, aunque hay creencias antiguas. Mi güela, que es de ayer mismo, creía que las ánimas del purgatorio andaban por los caminos y que por eso había cruceros.

–Entonces, eso de que Asturias es España y lo demás tierra conquistada, como que no...

–Es una farolada. Se trata de robarnos las cosas. Te dicen que somos los mejores, los más grandes, para quitarte algo. Es como cuando a los indios les daban un espejo a cambio del oro. La historia hay que razonarla. Hay hechos que son incontestables. Tenemos un arte asturiano, que esa es su correcta definición y no prerrománico. Perviven edificios de más de mil años en servicio, como es el caso del Conventín de Valdediós o de la iglesia de Fuentes. Sabemos, incluso, que la llamada Cruz de la Victoria se hizo en el castillo de Gauzón. En aquella época España era Al-Ándalus y nosotros el reino de Asturias. Por tanto, no somos un principado, somos un reino. Nos bajaron de categoría y encima aplaudimos. Nos van birlando cosas y nosotros aplaudimos por ello.

–¿Es consciente el asturiano de hoy de esa historia?

–No. Se nos dice que somos el origen de España, los más grandones, pero no conocemos la historia. Todo se ha centralizado en Madrid. Apenas sabemos nada de la Prehistoria y en el Museo Arqueológico de Madrid hay cosas asturianas muy interesantes. Yo soy asturiano y español, pero España es una suma y no al revés. Yo quiero que se reconozca mi identidad, mi nacionalidad. El cante jondo me gusta, pero no es lo mío. Tengo amigos andaluces que se ríen cuando les digo que aquí hacemos la Feria de Abril. España es muy rica.

–¿Qué papel desempeña en todo esto la llingua?

–Fundamental. Quitar la lengua es de colonizadores y, sobre todo, de dictadores. La lengua es parte de la nación. Tener una lengua te identifica como nación.

–¿Qué opina del nacionalismo? ¿Se considera usted nacionalista?

–El nacionalismo es una ideología que genera grandes dictadores y problemas muy gordos, como el de Rusia con Ucrania, ya que Putin es un nacionalista. Ahora bien, defender tu nacionalidad no es nacionalismo. Defender lo tuyo no es atacar a nadie. El nacionalismo es excluyente. Yo no soy nacionalista, tengo una nacionalidad. Y eso son una serie de valores, una forma de ser, de entender, de estar. No es una cosa que incumba al Estado. Eso no es algo que se da a una persona. Se puede dar la ciudadanía, pero no la nacionalidad. Hay ciudadanos con todos los derechos, que se merecen todo el respeto, pero que no tienen nuestra misma nacionalidad.

–¿Defiende la oficialidad del asturiano?

–Claro. No hay que prohibir. Además, el asturiano es tan español como el castellano y, si se quiere, hasta más. Nosotros ya estábamos por aquí en el siglo VII y el castellano aparece en el siglo XII. Los políticos no tendrían ni que meterse en ello.

–¿Cómo ve a la Asturias de hoy en día?

–Un poco desorientada. Pero no solo Asturias, también Europa. Necesitamos una ética, una moral. Con los cambios, la gente ha perdido la moral tradicional. Tiene que haber una ética de valores. Sin imposiciones, pero tenemos que entendernos y convivir. Yo soy cura y creo que el valor religioso es fundamental. Hay algo por encima de todos, lo mismo del emperador que del camarero. La mentira es una perversión. Mire, usted no puede mentir. Si la mentira se ve ya como algo lícito, así nos va y así nos irá. Se defiende la mentira para no ir a la cárcel. Claro que se puede cambiar de opinión, pero hay que argumentar de forma razonada ese cambio. Lo que no se puede hacer es mentir.