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Libres

Hace ya casi 40 años que el 25 de noviembre es una fecha significativa en el calendario de las mujeres

Hace ya casi 40 años que el 25 de noviembre es una fecha significativa en el calendario de las mujeres. La universidad asturiana celebra a su patrona Catalina de Alejandría, doctora y santa. Nosotras preferimos recordar en ella a Hipatia de Alejandría, que en lugar de santa fue sabia. Una mujer a la que su erudición, su maestría y su libertad la llevarían a la muerte en el siglo V: fue asesinada por ser una mujer que se atrevió a saber y a enseñar.

Quince siglos más tarde las mujeres siguen siendo asesinadas por ser ellas, por ser nosotras, por pensarnos libres, por no admitir esclavitudes patriarcales, por sabernos capaces e iguales, por ocupar y reivindicar nuestro espacio en la sociedad, porque nuestro cuerpo y nuestras vida nos pertenecen y nosotras decidimos.

Hoy, salimos de nuevo a la calle para dar voz a las mujeres asesinadas por ser mujeres, para que toda la sociedad y las instituciones democráticas nos escuchen y trabajen para erradicar la desigualdad que impide a más de la mitad de la humanidad ejercer libremente sus derechos. Desigualdad que se transforma en violencia machista, en violencia de género, porque tiene por objeto a las mujeres por el hecho de serlo, y que se convierte en múltiples violencias cuando nos afecta en distintos aspectos de nuestras vidas.

Violencia estructural, la que ejerce el sistema sobre las mujeres. Por ejemplo, asignando las tareas de cuidados mayoritariamente a las mujeres e imponiendo una doble jornada laboral en detrimento de sus carreras profesionales, empobreciendo su vejez con pensiones más bajas y minando su salud. O invisibilizándolas en la vida pública, en el sistema de salud, en el lenguaje, en la cultura, en la ciencia, en el arte… o en los nombres de las calles, como en Oviedo, donde no parecen encontrar mujeres científicas, artistas, escritoras, deportistas, políticas o directivas con méritos suficientes para poner sus nombres.

Violencia económica, la que tiene que ver con la feminización de la pobreza y la que considera que, realizando el mismo trabajo, el de las mujeres vale menos, manteniendo diferencias salariales del 20% con los hombres. Violencia sexista, basada en estereotipos de género que aún se transmiten en los ámbitos educativos (familia, escuela, sociedad, medios de comunicación, cine, redes sociales), que producen discriminación y dificultan el acceso a actividades, formación, promoción y trabajo en igualdad de condiciones.

Violencia sexual, toda actividad sexual realizada sin consentimiento es una violación. La mayoría de las agresiones sexuales son ejercidas por hombres a mujeres.

Violencia asesina, son los feminicidios o asesinatos machistas. Son “la maté porque era mía” y cuyo camino se inicia cuando, quien dice quererte, te controla la vida, el móvil, las amigas y amigos, el dinero, tu movilidad, tu forma de ser, de vestirte, de reír, cuando te convierte en su marioneta y dejas de decidir sobre tu cuerpo y tu vida. Todas esas violencias -y otras más- forman parte de nuestras vidas de mujeres, pero esto no nos convierte automáticamente en víctimas ni en seres a proteger, no se producen porque seamos débiles o indefensas.

Las violencias machistas se producen porque hay hombres que no quieren entender que en una sociedad justa e igualitaria ninguna mujer, por ser mujer, es menos ni está por debajo de ningún hombre, por ser hombre. La sociedad y sus instituciones tienen la obligación de eliminar toda forma de discriminación, la violencia y los obstáculos que nos impiden ejercer libremente todos nuestros derechos. Las mujeres los peleamos y los defendemos cada día.

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