Antón Capitel (Cangas de Onís, 1947) recorre en esta última entrega de sus «Memorias» sus numerosos trabajos e investigaciones arquitectónicas.

Moya y Feduchi.

«El Museo de América en Madrid era una obra de Moya que nunca se había acabado. Cuando llegó el gijonés Manuel Fernández-Miranda (hijo de un hermano de don Torcuato y catedrático de Prehistoria) a la dirección general de Bellas Artes nombró a una subdirectora de museos, Paloma Acuña, y le echó un vistazo al proyecto que había redactado para terminar el Museo de América. No le gustó nada, y con razón. Llamaron a Dionisio Hernández Gil, mi jefe en la Inspección de Monumentos, y le dijeron que como yo era el biógrafo de Moya me encargara de ello. Fui a ver a Moya, que todavía vivía, a ofrecérselo. "No, ya estoy muy mayor, pero quiero que esté en tus manos y lo que te voy a dar es el ultimo dibujo que hice para el claustro". Y eso fue lo que hicimos, pero el Ministerio fue tan torpe que no fue capaz de acabarlo para el V Centenario de 1992, sino en 1994. En el origen, Moya había recibido de Pedro Muguruza (director general de Arquitectura) el encargo de ese museo, y él le ofreció colaborar a Luis Martínez Feduchi, al que habían depurado un poco por ser republicano. Feduchi proyectó los elementos más historicistas y decorativos (como la torre) y Moya, lo más constructivo. Feduchi fue un arquitecto buenísimo, autor del cine Capitol, por ejemplo, y padre de Javier y Belén, la mujer de Rafael Moneo. Éste es otro vínculo de Moneo con Moya».

Sutileza con poco.

«Hicimos la reforma de la Puerta del Sol, que luego el Ayuntamiento de derechas destruyó, y ahora ya no queda prácticamente nada de aquello. Primero, para meterse con el Ayuntamiento del PSOE, el "ABC" y el "Ya" empezaron a meterse con las farolas que nosotros habíamos proyectado, y a llamarlas "supositorios", y a decir que eran muy modernas, cosa que era mentira, porque eran más bien clasicotas. Y entonces, el alcalde Barranco las quitó. Si llega a haber estado todavía Tierno Galván no las quita, porque a Tierno no le pasabas por la piedra. En Badajoz convertimos en Museo Arqueológico el palacio de los duques de La Roca y además del monasterio de la Rábida, hicimos el de Santa Clara de Moguer, o el de las Carboneras, o del Corpus Christi, aquí en Madrid. Estos trabajos, junto con los de la catedral de Oviedo o los de Covadonga ejemplifican cómo el gran estatuto de la arquitectura viene de la religión, ya desde los templos griegos. En la escuela pongo en ocasiones ejercicios de templos a los alumnos, con ejemplos modernos de toda Europa. Una iglesia es un tema muy sencillo, pero con cierta sofisticación, y no puedes hacer una fantasía formal. Hay que aplicar inteligencia y sutileza para operar con elementos formales muy sencillos y obtener resultados muy eficaces. No puede ser un espacio vulgar, sino un espacio religioso. Y pueden proyectarlas tanto personas no religiosas (Le Corbusier, Aalto, Siza Vieira), como creyentes, caso de Moya».

Fantasías en Covadonga.

«De 1985 a 2002 fui arquitecto conservador de Covadonga, como los fueron Javier García-Lomas y mi padre. Yo, desde crío, conocía a José Gabriel García, "Pepito", que era cura joven y subdirector de la Escolanía de Covadonga y al que el arzobispo Lauzurica lo descubrió como persona muy hábil para la administración. Fue ecónomo y gerente del Arzobispado como 30 años. Nos volvimos a ver cuando yo trabajé en la Catedral y le propuso a Gabino Díaz Merchán que me nombrara conservador de Covadonga, para sustituir a García-Lomas, que ya era muy mayor. Lomas fue el que le propuso a Pepito mi nombre, pero a diferencia de Javier y de mi padre, que yo creo que no cobraron nunca por su trabajo (incluso hacia la trampa a favor de Covadonga de utilizar un coche oficial para las visitas), Pepito me pagaba religiosamente, nunca mejor dicho. Restauramos la colegiata y la casa de ejercicios (que era de Menéndez Pidal), y en ésta logramos hacerlo en torno a un claustro que dejó muy satisfecho a Merchán. Hicimos la reforma, para la Escolanía, del antiguo hotel Favila, obra de García-Lomas y Manchovas de los años 20, que nunca funcionó como hotel, pero sí como seminario menor. Otra obra fue la de reordenar el presbiterio de la basílica, diseñar el exterior del órgano, reformar el altar, los ambones, etcétera, todo de la mano de José Gabriel. Todavía estando yo en el cargo, se hablaba del asunto del tráfico y de los accesos a Covadonga, pero sin conclusiones, porque siempre disparataba. Para empezar, si alguien entendía algo de Covadonga era yo, por el cargo supuestamente, pero para ese tipo de cosas nunca me pedían opinión. El Arzobispado lo hacia alguna vez, pero del Gobierno regional llegaba siempre algún paracaidista. Se decían disparates como hacer un parking subterráneo bajo la explanada de la basílica. Un día, todavía en vida de Pepito, me cabreé porque nadie preguntaba al conservador de Covadonga. Afortunadamente, todo eran fantasías y nunca hicieron nada. Y menos un remonte, o un funicular, como se dijo después. En Covadonga no hay que hacer nada. Si hay atasco, que los coches den la vuelta o que se suba en autobuses. Al coche hay que ponerle obstáculos y freno en las ciudades, en los parques nacionales, en todas partes. Covadonga es una cosa muy delicada, un lugar muy frágil; ¡déjenla ustedes en paz! Areces mismo, que me conocía perfectamente, y su gente nunca me preguntaron nada, y sabía que yo era afín ideológicamente a ellos, y arquitecto y catedrático. El único que en Asturias me preguntó y me hizo caso en algunas cosas fue Pedro de Silva, que me pidió opinión sobre la Laboral o Covadonga. En 2002 empecé a pensar en dimitir porque cambiaba la diócesis: se jubiló Merchán (un tío muy inteligente, más o menos progre, dentro de lo que pueda serlo un obispo), hubo arzobispo nuevo, cambió el abad de Covadonga, Pepito había muerto unos años antes y el vicario general, Javier Gómez Cuesta, un tío que estaba muy bien, también había cambiado anteriormente. Me di cuenta de que no les interesaba y les mandé una carta de dimisión».

Frente a la losa.

«Fernando Nanclares y yo hicimos un plan director del Prerrománico, adjudicado por concurso, que no ha servido para nada. Lo elaboramos con mucha gente importante y con una ambición muy grande. Fueron tres años de trabajo y lo entregamos en 2006 y el Principado lo metió en un cajón. Además, yo creo que se cabrearon por detalles, por ejemplo, porque dábamos otra solución a la losa de Santullano, en Oviedo. Escribí un artículo al respecto en LA NUEVA ESPAÑA. Era una estupidez meter los coches en un túnel de 200 metros. Para qué hacer eso, señor mío, si la solución era convertir esa parte de la autovía en vía urbana, una calle, con bulevar, árboles, semáforos y pasos de cebra. Y entonces esos dos lugares de Oviedo que ahora están traumáticamente separados se unirán automáticamente. Pues como propusimos eso en el plan, nos convertimos en figuras demoniacas, y eso que era sólo un detalle del plan, una idea que se ofrecía con buena voluntad».

El auditorio de Moneo.

Me parece estupendo que le hayan dado el premio «Príncipe» a Moneo, uno de los arquitectos más importantes del mundo, mejor que gran cantidad de tópicos que andan por ahí. Además, reúne de una manera muy intensa la condición de arquitecto, profesor y ensayista, un poco como Moya. El otro día le felicité y le dije que tuviera en cuenta que esto del premio era importantísimo por ser "de Asturias", tomándole un poco el pelo, y se rio. Y recordó que se frustró aquella operación de que él hiciera el auditorio de Oviedo cuando era alcalde Masip. Moneo señaló que el emplazamiento perfecto era el solar del Instituto Alfonso II, previo traslado de éste. Hubiera sido, efectivamente, un emplazamiento estupendo. Luego Masip perdió la Alcaldía y la cosa se quedó en nada, hasta que con Gabino de Lorenzo se hizo el actual, una cosa increíble, que me duele.

Clasicismo tardío.

«Respecto a la Laboral, veo positiva al intervención global que han hecho, pero veo menos acierto en cubrir el mural del teatro o ponerle una cubierta al patio corintio, y se echa mucho de menos la libre visita de la iglesia, por ser uno de los interiores más espectaculares del edificio. Sobre la Laboral a mí el Gobierno del Principado nunca me consultó nada, aunque sí debería decir que a Pedro de Silva tuve ocasión de trasmitirle mi idea de que debería ocuparse por completo, como la Universidad en Gijón. Cada vez que vuelvo al edifico lo paso bien y lo veo con especial interés; no me canso de él. Creo que es el edificio del clasicismo tardío más importante del mundo. Puede haber mejores edificios, pero no hay en el mundo en el siglo XX un edificio de programa tan complejo y tan bien resuelto. Si las guías Michelin estuvieran hechas por gente inteligente, el viaje a Gijón sería obligatorio, para verla».

Docencia e investigación.

«Sobre todo, me sigo dedicando a la docencia y a la investigación arquitectónica. En 2010-11 estuve de investigador asociado en la Bartlett School del University College de Londres, y ahora escribo sobre ello un libro que se va a titular "Londres, ciudad disfrazada". De la enseñanza no me canso. La Universidad en España es una de las cosas que mejor funciona, pero siempre se está diciendo lo contrario. España produce licenciados de altísimo nivel, y se van fuera. En Alemania no quieren otra cosa que un arquitecto joven español».