Oviedo, Idoya RONZÓN

¿Fue insuficiente, o incluso deficiente, la investigación por la muerte de Sheila Barrero llevada a cabo por la Guardia Civil? ¿Por qué el caso fue archivado, primero por el Juzgado y después por la Audiencia Provincial? ¿El juez y el tribunal no valoraron los indicios adecuadamente, o los que había eran escasos e inconsistentes? El que sigue es el análisis de las pruebas del caso y del porqué fueron rechazadas por el juez y consideradas insuficientes como para sentar en el banquillo de los acusados al único detenido por el crimen, B. V. G., que fue puesto en libertad. Por el momento, el asunto está sobreseído de forma provisional. La madre de Sheila, Julia Fernández, continúa acampada a las puertas de la Audiencia Provincial, en Oviedo, para exigir que se reabra la investigación.

l Circunstancias de la muerte. Sheila Barrero, de 22 años, murió de un tiro en la nuca, disparado con un arma corta del calibre 6,35. Aparte del disparo, el cadáver presentaba también unos pequeños hematomas en el muslo derecho. No fue agredida sexualmente, a la vista de los informes. Se calcula que la muerte se produjo entre las ocho y cuarto y las diez de la mañana del 25 de enero de 2004. El cadáver fue hallado dentro de su coche en el alto de La Collada.

l Reconstrucción del crimen. El crimen se cometió desde la parte de atrás del vehículo, cuando el coche estaba parado. La cantidad de sangre que se encontró en el asiento del acompañante, junto a la puerta, hace pensar que la víctima fue desplazada desde su asiento (del conductor) hasta el de al lado, para que el asesino pudiera aparcar el coche en el área recreativa. Después, fue colocada de nuevo en su asiento. No hubo testigos. En el cuerpo no se halló esperma ni ningún otro indicio.

l Prueba número uno: Partículas de residuo de disparo en la mano derecha del detenido y la tardanza en la toma de muestras. El 26 de enero, la Guardia Civil tomó muestras de pólvora de las manos de varias personas, amigas de Sheila, entre ellas el detenido, B. V. G. También se les pidió la ropa que habían vestido el día del crimen.

B. V. G. hizo constar que es cazador y que el día 17, nueve días antes, había utilizado una escopeta. El departamento de química de la Guardia Civil emitió dos informes, ninguno de ellos concluyente, según el juez. Según los análisis practicados, en el joven se apreciaron dos clases de partículas. Las primeras, según el juez, podrían ser tanto de arma larga como de arma corta, por lo que podrían -o no- ser de la escopeta con la que B. V. G. estuvo cazando. En cuanto a las segundas, el juez especifica que no tenían por qué proceder de una deflagración, pudiendo tener su origen en cerillas o mecheros.

Pero hay otro dato relevante. Según los peritos, la presencia de partículas en la mano derecha de B. V. G. parecen tener su origen en una transferencia, es decir, por contacto de las manos del joven con otra superficie, que no se descarta que pudiera ser otra persona. Ante esta afirmación surge de inmediato una pregunta: ¿Esto no podría concretarse más, no hay un hilo del que tirar? Lo hay pero, según los peritos que intervinieron en el caso, «lo óptimo» es que la toma de muestras de pólvora se realice en tres o cuatro horas, o incluso ocho. En este caso, transcurrieron 33. Y, con este tiempo -33 horas-, la probabilidad de que queden residuos directos es «muy baja», por lo que todo apunta a una transferencia. De todo esto, el juez concluye que, aun en el caso de que las partículas halladas en la mano de B. V. G. procedieran del casquillo de bala que mató a Sheila, no tienen por qué señalarlo como autor del crimen, ya que alguien o algo podría haberlo «contagiado».

A todo lo anterior, según el juez, se une la confusión existente en cuanto a la identificación de la marca del casquillo recogido en el interior del coche en el que fue hallada Sheila, que en el informe figura indistintamente como marca Geco y como marca Selier&Beliott.

l Prueba número dos: Fibra en una uña de Sheila. La Guardia Civil halló una fibra de algodón de color verde en una uña de la mano derecha de Sheila que no se corresponde ni con la ropa que llevaba ella, ni con la del detenido.

l Prueba número tres: Bufanda y una fibra azul. En el coche de Sheila había una bufanda negra. El departamento de biología del servicio de Criminalística halló varios perfiles genéticos en ella: uno, de la propia víctima. El resto no se corresponde con el perfil de B. V. G. Se desconoce de quién es. Pero había más: en la bufanda se encontró una fibra azul que podría pertenecer a una chaqueta de B. V. G. Esto, según el juez, tampoco es suficiente para llevar al joven a juicio. ¿Por qué? Porque él mismo reconoció -y así lo corroboraron los testigos- que había estado en el coche de Sheila, así que «no tendría nada de particular que una fibra de su chaqueta estuviera en el vehículo», concluye el juez. Además, un informe del departamento de Química destacó la poca cantidad de residuos (de disparo) que se encontraron en las prendas del joven. Y es que la ropa de quien apretó el gatillo debería estar impregnada de partículas, dado que el disparo se efectuó en un espacio cerrado.

l Prueba número cuatro. El acceso a un arma corta que no consta en los informes. El juez afirma que la existencia de un arma corta a disposición de B. V. G. es un «mero rumor», que no fue ratificado por quienes supuestamente lo sabían. La única referencia a una pistola que aparece en la causa es una manifestación realizada por la Guardia Civil, después de que hallara en la casa del abuelo del detenido una caja con casquillos. No obstante, el abuelo lo negó y no consta nada al respecto en el acta levantada por la secretaria judicial.

l Prueba número cinco: ¿Móvil? Los informes de la Guardia Civil señalan que el móvil de B. V. G. para matar a Sheila sería su intención de deshacerse de ella ante la llegada inminente de su ex novia, con la que pretendía retomar la relación. Según los agentes, el joven se sentía agobiado por las llamadas continuas de Sheila. Para el juez, este supuesto móvil no tiene consistencia porque la ex novia de B. V. G. ya sabía que él había estado saliendo con la fallecida, porque él se lo contó.

l Conclusión del juez. Según el juez, todas estas pruebas no permiten situar, «con un mínimo de indicios racionales», a nadie concreto en el lugar del crimen, incluido al detenido. Nadie duda -afirma- de que el joven estuvo en el coche en algún momento, ni de que mantuviera una relación con Sheila, y por otro lado las partículas halladas pueden ser de un arma corta, o larga, o incluso de otro origen y, en cualquier caso, de transferencia. El juez añade que su posible acceso a una pistola no pasa de ser un rumor . El móvil del delito, concluye, «sigue siendo una incógnita».