Gijón, J. MORÁN

Miguel Fanjul fue testigo directo del incendio de la iglesia de San Pedro, que ardió en julio de 1936, como la mayoría de los templos gijoneses. «Un amigo de la pandilla, Miguel Muñoz, aficionado a la fotografía, entró y sacó fotos de los retablos ardiendo; ya me hubiese gustado conservarlas, porque, además, tiempo después hizo otras fotos de la torre de la iglesia cayendo, cuando la volaron». Alrededor del templo incendiado «había restos de la capilla de ánimas, pero de ella se salvaron los restos de Jovellanos porque Pachín de Melás entró y los sacó a tiempo». Tiempo después del incendio, «se ve que encontraron unos mineros muy expertos que volaron la iglesia muy profesionalmente, porque todo se derrumbó, incluida la torre, dentro del recinto del edificio», explica Miguel Fanjul, que recuerda también cómo «nosotros jugábamos después entre los escombros y organizábamos guerrillas a cantazos». Otro objetivo de los milicianos fue el Club de Regatas, también en Cimavilla. «En los primeros días ya entraron y tiraron todas la paredes al alto, y quemaron el pabellón de arriba, al cual íbamos después a jugar nosotros, cuando ya se tranquilizó todo. El Regatas tenía también una sede en la calle Corrida, la principal de Gijón. «Los milicianos se sentaban allí, bebían sidra achampañada y rompían las botellas. "Hay que dar trabajo a los vidrieros", decían. Claro, la economía global de entonces», ironiza Miguel Fanjul.