Javier Fernández Fernández, presidente del Principado de Asturias, aparece en la fotografía sobre uno de los signos externos de mando. En el salón de consejos de Gobierno se sienta frente a ese botón que vemos en la imagen y que no sirve para lanzar misiles a Madrid en respuesta a los misiles de destrucción autonómica que llegan desde el centro del país, ni sirve para detener las barricadas de neumáticos ardientes con las que la minería hace señales de humo para que cesen los recortes a los fondos públicos para el carbón, que superan el sesenta por ciento, según los líderes sindicales, ni otras de las muchas acciones que protagoniza José Ángel Fernández Villa, secretario general del SOMA-FIA-UGT, que, en víspera del verano, quema michelines.

Lo que tiene Javier Fernández ante sí, a disposición de su índice y a golpe de un solo clic, es un avisador (o sea, que no es traidor). Un timbre que, si no es de gloria, sí es de mando y que sustituye al timbre de voz (¡Marianoooooo, trae botellines de agua! o ¡Papeeeeeeel, por favoooooooooorrrrrrrrr!) y sirve para ordenar al ordenanza.