Cudillero espera las cartas que pretenden jugar los tres grupos municipales en un Pleno convocado por imperativo legal para elegir al sexto alcalde en menos de un año de convulsiones que empezaron el 29 de diciembre de 2012, con la renuncia de Gabriel López al frente de la Alcaldía.

En la plaza de la Ribera, al mediodía, el adelanto del invierno ha refrescado el aire y hace mucho frío, pero la sensación térmica aun descenderá varios grados más en cuanto alguien quiera entablar una conversación sobre política. Va a costar romper el hielo. El forastero tendrá que preguntar a dieciocho personas para conseguir que seis accedan a intentar explicar a pie de calle lo que ha pasado con Cudillero en un año casi exacto de desgobierno. A punto del primer aniversario de la inestabilidad y en vísperas del cuarto Pleno de elección de alcalde en ocho meses, después de cinco regidores en un año -contando dos en funciones- y un laberinto de autos judiciales, acusaciones y querellas por injurias, los que sí quieren comentar la jugada miran con indiferencia el Pleno para designar a un nuevo timonel, otra vez, convocado en este caso por exigencia del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA) tras la anulación del nombramiento del anterior alcalde, Luis Fernández Garay, y fijado para el próximo martes.

Los vecinos que excusan su silencio dirán que no saben, o que no quieren saber, que "la política, para los que viven de ella". Y que no es "omertà" siciliana ni miedo, sino "aburrimiento, agobio, hastío, malestar total, ingobernabilidad insostenible". Ignacio Garay ha recitado de carrerilla la letanía del desencanto popular pixueto antes de sentarse a jugar al tute en una mesa pegada a la cristalera de un bar de la plaza de San Pedro, frente al Ayuntamiento, muy simbólicamente de espaldas a la ventana que da al edificio consistorial. "Pasando olímpicamente" de la política, ratifica. A jugar.

Es todo tan raro en este Cudillero esperpéntico que hay incluso algún antiguo responsable político local de un pasado más plácido que opta por esquivar las preguntas sobre las vicisitudes del gobierno municipal y además, por si acaso, se identifica ante el periodista con un nombre que no es el suyo. En la Ribera, frente al mar, Constantino Álvarez Coto, marinero jubilado, departe con Paco Albuerne. Al introducir entre ambos el asunto caliente de la política municipal, uno lamenta que en el Ayuntamiento "miren sólo por el partido y se olviden de la gente", mientras el otro se abona a la versión del desencanto aventurando la hipótesis de que "tal vez funcionaríamos mucho mejor sin alcalde".

La villa pixueta es, en la voz de algunos de sus vecinos, el estandarte de la desafección, el mascarón de proa del desengaño de los ciudadanos respecto a sus representantes políticos. Sucede aquí eso que las encuestas dicen que pasa en toda España, apuntan, pero que se multiplica hasta la parálisis en este sitio donde ya nadie parece esperar nada del Pleno raro del martes, al que después de todos los avatares judiciales que han deformado la Corporación en los últimos meses llega el PSOE, la fuerza ganadora de las elecciones, con sólo dos de sus ocho concejales y sin candidato a alcalde, porque legalmente no puede, frente a los tres ediles del PP y a los dos de Foro.

Víctor Manuel Fernández, el juez de paz del municipio, da por cierto que no habrá arreglo hasta que se reinicie el sistema en los próximos comicios municipales, ya sean en convocatoria ordinaria o anticipada, aunque la brecha abierta es de sutura difícil, y toda esta situación, apunta, "va a acabar pasando factura. La gente pasará de la política, no votará". José María Prendes, que toma el aperitivo en un bar de la plaza, se moja y avanza que son "los que tienen el poder los que lo han hecho mal", es a ellos a quienes compete la búsqueda de los remedios y "no se entiende cómo teniendo ocho concejales y mayoría absoluta puede llegar a pasar esto". Que "no es normal" que los que aceptaron un sitio en una lista electoral "hayan ido renunciando a la Alcaldía, o que los hayan hecho renunciar, y que un día digan sí, quiero, y al otro que no... Y eso que entre ellos tienen a gente muy preparada. No sé quién tendrá la culpa, pero que no se la echen al PP ni a Foro", opina. Hay en la parroquia del establecimiento quien regresa al principio de todo esto y aventura que detrás de la dimisión de Gabriel López, el sucesor de Francisco González, estuvo la decisión "honrada" de quien no pudo desembarazarse de la sombra omnipresente del alcalde de los 21 años anteriores. Fuera, también hay un votante del PP que confiesa no haber utilizado nunca las papeletas del PSOE, pero que reconoce que González "creó mucho empleo en el municipio".

En la calle, la perplejidad no tardará en volverse cabreo al asomar la cabeza a la puerta del bar y dar por hecho que esta guerra ya la ha perdido el municipio, que en el inventario de daños la lastimosa víctima principal es un concejo "dejado, abandonado". Los calificativos los ha puesto Prendes, pero tiene otros padres. "Somos el pueblo de las tiras", asiente Paco Albuerne, y en el mismo gesto señala la proliferación de cintas de plástico con las que la Policía Local y la Guardia Civil señalizan edificios en riesgo.

A su lado, Constantino Álvarez indicará hacia arriba y mirando a los tejados del anfiteatro lamentará también la "dejadez de un pueblo" que no se merecía esto. El desgobierno en el Consistorio cudillerense ya ha aplazado este año trámites imprescindibles, como las ordenanzas fiscales, y muy pocos se atreven a vaticinar lo que sucederá pasado mañana en un salón de plenos demasiado habituado a insultos y trifulcas. A lo mejor, porque tanto ha llovido en un año, y no sólo físicamente, que cada vez les importa menos: "Ya pasas de todo", confirma Prendes, "esto es el cuento de la buena pipa, una comedia". El martes, concluye, "no se arreglará nada. Empezará otra vez la guerra".