La decena de hosteleros luanquinos cuyos locales arrasaron las olas en la madrugada del domingo llamaron ayer, lunes, como no podía ser de otra forma, a sus compañías aseguradoras. Ésta fue una de las respuestas que obtuvieron: "¿Llama de Asturias por lo del temporal? Pues no siga: su seguro no cubre golpes de mar. Buenos días". Ésa es la cruda situación a la que se enfrenta el grupo de pequeños empresarios luanquinos que ha visto cómo el temporal destrozaba su medio de vida. Otros, con mejor suerte, podrán abrir estos días de fiesta en Luanco, donde honran al Cristo del Socorro. Pero los hay que ni eso: "No puedo abrir el bar y sin el bar no tengo dinero, y sin dinero no podré pagar la obra de reparación, que es lo único que me podría permitir abrir", se lamentaba ayer David Ochoa, dueño del establecimiento Ocho Villas, de Luanco.

Como él, un puñado más. En el restaurante El Tormentín ya se ponen incluso en lo peor. Ayer colocaron láminas de acero ancladas al suelo para proteger el negocio de lo que pueda pasar mañana, miércoles, día para el que se anuncia un empeoramiento del tiempo. Otros creen que "nada se puede perder ya cuando todo está perdido", pero aun así se afanaban en tapar puertas y ventanas con maderos y cartones.

"Hay más de media docena de bares destrozados por completo", hacía recuento ayer el alcalde de Gozón, Ramón Artime. "Además, hay viviendas particulares, edificios y el hogar del jubilado con serios daños", añadió. Y es que, según explica Artime, "toda la fachada marítima de Luanco se ha visto afectada por la marea en mayor o menor medida", por lo que considera que queda mucho camino por andar para paliar las necesidades de vecinos y empresarios de la villa. "Desde que termina el verano y hasta la Semana Santa sólo tenemos las fiestas del Cristo del Socorro para tratar de sacar algo de ganancias", lamentaba ayer otro hostelero luanquín, reseñando que la "mareona" llegó en el peor momento.

Los vecinos, también como los empresarios, miran más hacia lo que pueda venir que a lo ya pasado. Ayer, la escena en Luanco, cerca de La Ribera, era la de numerosos vecinos tapando con sacos terreros los bajos de sus viviendas y sus portales. "No creo que vuelva a pegar el mar como este fin de semana, pero por si sube habrá que estar preparados", decía Azucena Gracia, cuyo domicilio se encuentra en los bajos de los arcos de La Ribera. En otros establecimientos de la plaza ribereña, lo mismo: sacos para las puertas y algún tablón para asegurar las ventanas. "Como la marea del domingo nunca se había visto otra", aseguran los lugareños, mientras se esmeran para evitar que el Cantábrico vuelva a pillarles por sorpresa.