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Dos biografías entrelazadas en el drama

Dos juristas muertos víctimas del mismo odio

La Academia de Jurisprudencia rinde hoy en Madrid homenaje a los asturianos Melquíades Álvarez y Leopoldo Alas Argüelles, asesinados durante la Guerra Civil

Dos juristas muertos víctimas del mismo odio NACHO OREJAS

Junio de 1901. En una sala del edificio histórico de la Universidad de Oviedo tres jóvenes velan un cadáver. Yace Clarín, el autor de La Regenta. Y junto al ataúd están su hijo Leopoldo (18 años), su discípulo Melquíades Álvarez (37) y su sobrino Alfredo Martínez (23). La Historia política y académica les tenía reservados tres destinos de primera línea. Y tres muertes terribles.

Al doctor Alfredo Martínez García, ministro de Justicia, Trabajo y Sanidad durante un brevísimo periodo de la II República, le tirotean a sangre fría en Oviedo y muere "tras larga agonía", como señalaba la prensa de entonces, en el sanatorio Miñor. Era marzo de 1936. Al gijonés Melquíades Álvarez, fundador del Partido Reformista, un grupo de milicianos ¿incontrolados? lo matan en el asalto a la cárcel Modelo de Madrid en la noche del 22 de agosto de 1936. Al rector de la Universidad de Oviedo, Leopoldo Alas Argüelles, lo fusilan tras un Consejo de Guerra absurdo.

Lo más humillante del asesinato del rector Alas Argüelles no fue la salva de disparos que acabaron con su vida junto a un muro de la cárcel de Oviedo, el 20 de febrero de 1937, a las seis de la tarde. Lo más humillante fue el proceso penal que lo condenó.

Es difícil mayor ridículo. La negra parodia de un juicio que nació ya con pena capital asegurada, concluyó con una justificación rocambolesca, un desvarío judicial inimaginable.

-Sí. Fue casi un chiste.

Lo dice Leopoldo Tolivar Alas, su nieto.

A Leopoldo Alas Argüelles, hijo de Clarín, rector magnífico, se le condena a muerte "por inducción a la rebelión". Le condenan -puro sarcasmo- los rebeldes, quienes se alzaron por las armas contra el régimen.

Desde que se hizo pública la condena, el 21 de enero de 1937, Alas Argüelles nunca estuvo solo. Su nieto recuerda "las numerosas peticiones de indulto llegadas desde distintas instituciones europeas, académicas y diplomáticas. Pero probablemente cuantos más pidieran aquel indulto, peor lo tenía el condenado". Para ciertos caciques locales y para un buen número de pobres cegados por el odio, matar a sangre fría al hijo de Clarín, el hombre que desnudó a Vetusta, debió de ser un intenso placer.

"El juicio fue una farsa", apunta Leopoldo Tolivar. "Buscan y rebuscan una prueba para condenarle, pero no hubo manera. Ni masón, ni instigador... Y acaban encontrando una foto en la que aparece con La Pasionaria en un acto de ayuda a viudas de la revolución de octubre".

-¿Quién lo defiende?

-Era un militar al que nombran de oficio. Poco ducho, se ve que no era un gran penalista. Pero aun sabiendo que estaba abocado al fracaso el hombre hizo lo que pudo. Intenta desbaratar la idea de que Alas Argüelles era un sujeto revolucionario.

En la muerte del rector se encierra toda la negra moraleja de la guerra. Muere con un ¡viva la libertad!, que en este caso es el grito de un intelectual, no de un revolucionario. En cierto modo lo mata el sentimiento de revancha, "las maldades de la retaguardia" que suelen ser peores que las pasiones de la trinchera.

-Lo matan los odios, las rencillas, la crispación bélica. Y sobre todo la sensación de impunidad. Y aun así, la muerte de un hombre justo nunca tiene explicación.

Cuenta la familia de Alas que el rector "lloró" al enterarse desde la cárcel que habían asesinado a Melquíades Álvarez. Les separaban 500 kilómetros entre ambas celdas y un buen trecho en materia de ideología política "pero mantuvieron cercanía en lo humano", matiza Leopoldo Tolivar. La relación era intensa. Melquíades hereda la cátedra de Derecho Romano que pertenecía a Clarín. Y Leopoldo Alas, hijo, fue pasante en el bufete de Melquíades Álvarez en Madrid.

"Con su capacidad y su oratoria, Melquíades tuvo que ganar muchos pleitos, aunque se perdió casi toda la documentación. Era íntegro, gran jurista y el primer orador del siglo. Sus discursos eran deslumbrantes".

Así lo perfila Fernando Suárez, último ministro de Trabajo con Franco (1975) y ponente de la histórica Ley de Transición Política tras la muerte del dictador. Suárez estudió bien a Melquíades Álvarez y esos últimos días de quien fue presidente del Congreso de los Diputados.

-El 14 de julio Melquíades asiste al funeral de José Calvo Sotelo. Diez días más tarde abogados de UGT, de la CNT y del Frente Popular se incautan de las instalaciones del Colegio de Abogados, del que Melquíades Álvarez era decano. Lo detienen el 14 de agosto en su casa y lo matan ocho días después.

Melquíades tenía previsto iniciar sus vacaciones asturianas el 1 de julio "pero se había comprometido a defender a José Antonio Primo de Rivera", recuerda Suárez. "No compartían ideología, pero se lo habían pedido y no se quiso negar". José Antonio estaba preso en la cárcel de Alicante, "los planes eran trasladarlo a Madrid y por eso Melquíades Álvarez se queda en la capital".

El político gijonés vivió unos días en casa de su hija, pero opta por regresar a su domicilio. El soplo de una mujer del servicio doméstico propicia la detención. "El Gobierno le ofrece marcharse a Portugal, pero solo. Melquíades no quería dejar a su familia y decide permanecer en España".

Lo ocurrido el 22 de agosto en la cárcel Modelo es difícil de imaginar. El vicesecretario general del Partido Socialista en 1936, Juan Simeón Vidarte, escribió sus impresiones cuando tuvo oportunidad de entrar en la prisión tras el asalto.

"Cuando llegamos había cuerpos por todas partes... Avanzábamos con ayuda de linternas... El cuerpo de Melquíades Álvarez estaba en pijama, con los ojos muy abiertos, como de asombro". Vidarte cuenta que más tarde se dio la vuelta, "me incliné sobre el cadáver y le cerré los ojos".

Seis meses después moría en Oviedo Leopoldo Alas Argüelles. Uno de los párrafos de las conclusiones del fiscal demuestra el odio a las ideas y al pensamiento. Odio que hermana a los bárbaros de uno y otro signo: "Y en la represión indudablemente rigurosa de tanto crimen, se ha de empezar por todos aquellos que por su cultura y por su capacidad, más que suficiente para apreciar la significación de los idearios de la izquierda, envenenaron día a día la conciencia española y pusieron, sin duda alguna, las armas en la mano de muchos de lo que hoy combaten contra nosotros, siendo tan responsables como ellos, y por su formación espiritual, más que ellos, de tanta nobilísima sangre española pródigamente derramada".

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