Aunque nacido en Burgos en 1951, Alejandro Rodríguez siempre ha estado vinculado a Asturias, donde llegó siendo un niño para entrar en el Seminario. Rodríguez trabaja en Bembereke (Benin) desde hace 30 años. "Nuestra labor es la evangelización de los distintos pueblos a los que nos llaman", asegura, por lo que "el catequista se ha convertido en una figura importante para el desarrollo del pueblo". El misionero burgalés colabora en un internado para jóvenes que viven alejados del instituto, para así proporcionarles atención diaria, además de construir aulas para su instrucción. "Son de diferentes etnias y religiones, pero eso no es un problema", dice Rodríguez. Asegura que la situación en el país es dura puesto que apenas reciben apoyo del gobierno local, cuesta adaptarse y "todo depende de la ayuda que llega desde España".