Los intercambios migratorios dan una inesperada tregua mínima a la declinante demografía asturiana. Sucedió en 2016 por primera vez desde 2011: se van menos de los que llegan, el resultado de la resta entre las llegadas y las salidas ha dejado de ser negativo. Es casi imperceptible, pero positivo. La diferencia son sólo ocho personas, pero Asturias ha ganado población en el canje entre los emigrantes que pierde y los inmigrantes que incorpora y eso es algo insólito desde lo más profundo de la crisis económica. Un frenazo en el proceso de retorno de los emigrantes extranjeros, un leve repunte de las nuevas inscripciones de residentes foráneos y la moderación en el éxodo de la población autóctona determinan ese exiguo incremento de ocho personas en un saldo que sólo dos años antes arrojaba aún una pérdida de más de 4.000.

La liquidación de los movimientos migratorios de 2016, divulgada ayer por la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei), ofrece así un pequeño bálsamo casi invisible a un censo muy maltratado por las peores cifras de natalidad y mortalidad de España. En el último año computado salieron de Asturias casi ochocientos emigrantes menos que en el anterior y cerca de 3.000 menos que en 2014 -el total da 14.127 salidas, a una media de casi 1.200 al mes y de 270 a la semana-. También llegaron unos seiscientos inmigrantes más que el año anterior para una cifra global parecida, 14.135, que esconde un ligero repunte en las entradas de extranjeros.

De los dos pilares básicos que sostienen la población, el de la natalidad y la mortalidad renquea gravemente en Asturias desde los años noventa del siglo pasado; el de los intercambios migratorios tuvo un comportamiento positivo, cierto que sin demasiados alardes, en el arranque del siglo, pero la crisis económica lo contuvo sobre todo por la huida de emigrantes extranjeros al ritmo del oscurecimiento de las perspectivas económicas. La ganancia demográfica por migraciones -muy leve, la capacidad atractiva del Principado para los emigrantes se ha contado siempre entre las más débiles de España- había servido para atenuar muy suavemente la pendiente de la población asturiana en el arranque del milenio, pero entró también en números rojos con los efectos de la crisis, a partir de 2012. En 2014 tocó techo y en 2016 volvió a estas cifras de minúsculo repunte de ocho personas más como consecuencia de la diferencia entre entradas y salidas.

El vínculo entre las fluctuaciones migratorias y las condiciones económicas queda determinado desde el primer vistazo a la evolución del saldo migratorio asturiano, peor a medida que avanzaba lo más crudo de la crisis y muy levísimamente mejor en cuanto la recesión ha empezado a aflojar. Las salidas de extranjeros, por ejemplo, que en el último año contabilizado sumaron 5.576, rebajan en más 2.200 los que "escaparon" de Asturias sólo dos años antes. Las "huidas" de asturianos, 5.552 en 2016, descienden por primera vez después de tres progresos consecutivos.

En el detalle de la distribución municipal, los saldos migratorios vuelven a servir como reflejo de la Asturias demográfica de dos velocidades: la diferencia entre emigración e inmigración sólo es positiva en 25 concejos significativamente concentrados en la zona central, más en Gijón (que gana 898 habitantes) y en Oviedo (631) que en Avilés (pierde 110) y mucho más sobre todo que en las comarcas mineras: los municipios asturianos en los que más decae la población por las migraciones son Langreo (baja en 189 residentes) y Mieres, donde la resta es de 164.