Hace días tuve el honor de participar en las jornadas mineras organizadas por la asociación de vecinos de Santa María del Mar, al hilo de la recuperación de la vieja mina de Arnao. Se trata, sin duda -ya lo hemos contado en varias ocasiones en estas páginas- de un complejo de indudable singularidad, que debería convertirse en una referencia en el ámbito nacional. En las jornadas se pusieron sobre la mesas vivencias y propuestas para impulsar un proyecto que afronta en solitario el Ayuntamiento de Castrillón con la ayuda de fondos europeos y que ahonda sus raíces en la memoria que numerosos vecinos albergan sobre la vieja mina. La recuperación de nuestro patrimonio industrial, siempre en combate con los intereses empresariales y muchas veces malentendido por las firmas en activo, es un buen ejercicio para salvaguardar la identidad colectiva. Pero también es una forma de construir futuro a partir del pasado más reciente; de impulsar brotes verdes en aquello que estaba condenado a morir.