Marta PÉREZ

Una avilesina de 29 años, Amaranta Cueva González, resultó muerta en la madrugada de ayer a manos de su pareja en la calle Palacio Valdés. La Policía Nacional ha detenido a un hombre de 30 años, de nacionalidad portuguesa, Eduardo P. T., como presunto autor de la muerte de la mujer. Según ha podido saber este periódico por fuentes cercanas al caso, la pareja mantuvo una fuerte discusión que terminó a golpes en el domicilio de la víctima. Las mismas fuentes aseguran que no hubo arma del crimen. Todo apunta a que la causa de la muerte fue un fuerte traumatismo en la cabeza. «La pobre tenía la cabeza reventada, un ojo hundido, estaba toda llena de sangre...», aseguró ayer a este periódico, entre lágrimas, Hilario Álvarez, un amigo de la pareja a quien Eduardo pidió auxilio después de matar a Amaranta.

Amaranta y Eduardo no llevaban mucho tiempo saliendo juntos, quizás un año, según sus amigos y vecinos. Ella trabajaba esporádicamente de camarera; él, en la vendimia, de donde acababa de regresar hace sólo unos días. En la tarde del miércoles se les vio tomando sidra juntos en algún bar del entorno del domicilio que ella tenía alquilado en el número 21 de la calle Palacio Valdés. Una vez en casa, algo se torció. Los vecinos sintieron jaleo, pero no se alarmaron, porque las peleas, la música alta y el ruido eran una constante, aseguran. De hecho, la comunidad de vecinos presentó hace unas semanas una denuncia por ruido ante la Policía Nacional. Amaranta murió pasadas las doce de la madrugada. Su asesino se dio cuenta de que no respiraba y entonces la arrastró hacia la cama y la tapó con el edredón. Luego se echó a la calle a pedir ayuda. En este punto las versiones de los testigos difieren: unos dicen que fue a comprar tabaco y regresó al domicilio antes de dirigirse al bar de la calle Llano Ponte (El Desván) donde ella trabajaba esporádicamente de camarera; otros testigos dicen que Eduardo fue directo a confesar.

Un poco después de la una de la madrugada un hombre nervioso y con las zapatillas ensangrentadas entró en el bar El Desván. Desde la puerta llamó a la camarera y le dijo, por favor, que saliera. «Creo que acabo de matar a Amaranta», le espetó. «No respira, ven conmigo...». La mujer -ayer prestó declaración ante la Policía Nacional y declinó hablar con este periódico por su estado de nerviosismo- pidió a un cliente del bar, Hilario Álvarez, que la acompañase. Los tres (el presunto asesino, la camarera e Hilario) caminaron desde Llano Ponte hasta la calle Palacio Valdés. «Yo me iba imaginando lo peor. Él tenía sangre hasta en los tobillos, no paraba de repetir que la había matado, que no tenía pulso, estaba muy nervioso», comentó ayer Álvarez a este periódico, después de ofrecer su versión de los hechos a la Policía Nacional de Avilés, que investiga el caso.

Alrededor de la una y media de la madrugada la comitiva llegó al número 21 de Llano Ponte. Eduardo P. T. pidió a sus acompañantes que esperasen abajo, que quería subir antes solo. «Quiero hablar con ella, a ver si está viva», les dijo. Pero ellos, según relató Hilario, aprovecharon para subir por la escalera mientras él cogió el ascensor. Cuando llegaron al segundo la puerta del domicilio, escenario del crimen, estaba abierta. «Yo no me quiero ni acordar. Estaba todo lleno de sangre, creo que la arrastró hasta la habitación. Estaba sin ropa, pero tapada con el edredón, con toda la cara destrozada. La miré a ver si tenía pulso, y nada. No respiraba», explicó Hilario Álvarez. «Me di la vuelta y le dije a la chica (la camarera) que allí no había nada que hacer, que Amaranta estaba muerta», añadió el hombre.

La pareja abandonó el domicilio de la víctima para dar parte de lo ocurrido a la Policía Nacional. Da la casualidad de que en la calle Llano Ponte, frente a El Desván, había una patrulla del grupo de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional de Avilés. Fueron ellos los primeros en recibir el aviso, alertados por los clientes del bar, que ya estaban al tanto de la situación. Cuando los agentes de la Policía Nacional llegaron al domicilio de Amaranta Cueva en la calle Palacio Valdés se encontraron con Eduardo semidesnudo y abrazado al cuerpo de la mujer, en la cama. Al parecer, el joven opuso resistencia a la detención. Según testigos presenciales, al salir por la puerta del edificio le gritó a un policía: «¡Dame tu número de placa, me pegaste y te voy a denunciar!».

Según informó ayer la Policía Nacional, a Eduardo P. T. le constan dos detenciones por delitos contra la propiedad, y ninguna detención anterior por violencia de género. La única intervención policial que existe en relación a la fallecida es la detención de una pareja anterior de Amaranta Cueva. En aquella ocasión la Policía Nacional actuó de oficio ante la negativa de la joven a denunciar. Al final, la denuncia fue sobreseída.

El Servicio de Atención a la Familia especializado en violencia de género de la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía de Avilés está llevando a cabo la investigación. El detenido se encontraba ayer en dependencias policiales y está previsto que pase hoy a disposición del Juzgado de primera instancia e instrucción número 5 de Avilés, con competencias en violencia sobre la mujer. Por su parte, el Juzgado de primera instancia e instrucción número 1 de Avilés, en funciones de guardia, ha sido el encargado de levantar el cuerpo sin vida de la mujer, para trasladarlo al depósito de cadáveres de La Carriona.

«La vida es muy corta para despertarse con remordimientos. Ama a la gente que te trata bien. Olvida a los que no lo hacen. La vida pone a cada uno en su sitio». Amaranta Cueva González colgó esta frase -que ahora cobra mucho sentido- en su muro de la red social Facebook. Fue una de las pocas veces que utilizó la red social, el pasado mes de enero. Su vida y sus relaciones estaban más en los bares de la zona del Arbolón. Allí trabajó una temporada en el bar que regenta Claudio Carrica, el Jade. Todos los clientes habituales conocían a Amaranta y también a su pareja. «Sí, para qué nos vamos a engañar... Las discusiones eran habituales, con él y con las parejas anteriores, pero nadie pensaba que la cosa podía acabar tan mal», lamentaba ayer Carrica. «Nos enteramos esta mañana, y te quedas frío, aquí la conocemos todos», explicó un cliente del local.

A pocos metros del Jade, doblando la esquina, está El Desván, el bar donde ocasionalmente Amaranta Cueva trabajaba de camarera. «Los dueños del bar la tenían un poco castigada, porque no se había portado bien, y últimamente no venía tanto. Aquí la ayudaban mucho, y ella no hacía tanto por ayudarse», manifestó un cliente del mismo bar al que se dirigió Eduardo P. T. después de matar a su pareja. «Cuando venían por aquí se tomaban unas sidras, hablaban con la gente, como dos clientes más», comentó otro asiduo del bar.

En el edificio donde residía Amaranta Cueva González no guardan muy buen recuerdo de ella como vecina. Sí, en cambio, de su padre, José Carlos Cueva, propietario de un inmueble en la misma planta donde Amaranta vivía de alquiler. El hombre falleció el año pasado. «Ella llevaba viviendo aquí de alquiler hace un par de años. Yo a su actual pareja no la conocía, conocí a otro anterior», explicó una vecina. «En ese piso los líos eran muy habituales: voces, fiestas, malos rollos... En la comunidad de vecinos tuvimos varias reuniones y decidimos poner una denuncia», añadió la misma vecina.

El presidente de la comunidad de propietarios del número 21 de la calle Palacio Valdés se llama Jesús Rad. «Yo mismo presenté la denuncia hace unas semanas. Un día rompieron el cristal de la puerta de abajo, en el portal. Y la puerta de su piso quedó medio reventada por una patada», explicó el hombre. La denuncia fue interpuesta en las dependencias de la Policía Nacional en nombre de la comunidad de vecinos y de Jesús Rad como vecino del inmueble. «¿Venís por los ruidos?», preguntó ayer una vecina del tercero a los periodistas. Aún no sabía que Amaranta Cueva había muerto de madrugada.

La joven asesinada a manos de su pareja se crio en el barrio de Llaranes, donde aún reside parte de su familia materna. Su madre, enfermera de profesión, hace años que está separada del padre de la joven, que trabajó como embalsamador de cadáveres en el Hospital de San Agustín.

Amaranta Cueva es la cuarta víctima de violencia de género en el país en menos de una semana. En lo que va de año, las muertes ascienden a 51. El año pasado, por estas mismas fechas, eran 57 las víctimas por violencia contra la mujer. En Asturias, la muerte de Amaranta Cueva es la segunda, después de la muerte de una mujer de 64 años en Valdecuna (Mieres), el pasado mes de junio. También hay que lamentar el brutal asesinato de los tres familiares de la concejala de Degaña Silvia Burgos a manos de su ex marido.