Alcalde de Gozón

El atardecer, espectacular. Esta especie de invierno primaveral que estamos disfrutando hace que las aldeas compitan a sol limpio con las playas. Verdicio es de una hermosa bipolaridad. Es conocido especialmente por sus tres playas. Por sus puestas de sol casi en los anocheceres veraniegos y por el buen yantar. Pero los que amamos la aldea, sabemos apreciar esa belleza interior. El alcalde Ramón Artime vive en una de esas caserías que dan envidia. A mitad de camino entre Luanco y Verdicio-Playa, en medio de una ladera con vistas, rodeada de verde y vacas, con el valle a sus pies. Y en la lontananza, ese sol que cae rojo y malva, en una especie de hora violeta.

Pero no he venido hasta su casería para hablar de gritos y susurros. Le conozco poco. Creo que, tal vez, como todo el pueblo. Así que lo que busco es bucear en su otra vida política, mezclada con la pastoril. Las dos tienen cosas en común.

-¿Susurraría a las vacas para sanarlas?

(Sonrisa socarrona. Al darle la bienvenida a la alcaldía yo hacía un símil con aquel Robert Redford de cine que sanaba a los caballos con hermosos susurros).

-Bueno, no soy Robert Redford. Pero es posible que también se curen con esa receta. Hay muchos ganaderos que les ponen música clásica en las cuadras para tranquilizarlas. Es una forma de sanarlas, porque las vacas llevan muy mal el estrés. Cuando andan inquietas, se les corta la leche.

(Todos los días se aprende algo. Ya estamos en medio de la cuadra. Ha llegado Ricardo Solís para hacer unas fotos en faena. Artime es recibido por sus vacas con verdadero afecto. Se nota que le conocen. Va de corbata y traje porque viene de una comida oficial de ASAJA, el Sindicato Agrario).

-Pues claro que me conocen. A las siete y media de la mañana ya me tienen como criado. Saben quién soy, igual que yo sé cómo se llama cada una. Tienen su ficha y sabemos sus virtudes y debilidades. Hoy mismo han parido dos. Un xatín nació muerto. Pero la xatina nos dará alegrías porque es de buena raza.

(Impresiona estar entre, no sé, casi cien vacas en blanco y negro, porque son de la raza frisona).

-En total son 150. Cuando yo era un guaje en esta casería había diez. Pero el sector lechero cambió mucho desde que somos de la Comunidad Europea.

-¿Y no son rentables?

-La crisis es para todos. Tendremos que luchar y cambiar cosas porque abusaron mucho de nosotros por inexpertos.

-¿Es tan buena como dicen la leche de Gozón?

-La de Asturias tiene ganada fama. Y Gozón no sólo gana todos los premios en los concursos, sino que tiene la mejor cuota lechera posiblemente de España.

-¿Por qué se sigue dedicando a esto si parece un político puro?

-Porque nací entre vacas. Y no sabría vivir sin ellas. Me levanto a las 7 y, tras el desayuno, a la cuadra. Luego, cuando vuelvo a casa, al atardecer hay faena. Tengo que echar una mano a mi hijo y a los que nos ayudan.

(Vamos caminando hacia su casa. Panera, perros, gatos, huerta, un olor envidiable a prao y quintana. Sólo nos falta el canto del gallo. La casa está totalmente remozada. Cómoda, confortable y sin pretensiones, se rehizo sobre la que fue vieja cuadra. Ahora ya se sabe que son enormes tendejones casi automatizados. Ya no se cata con las banquetas, ya apenas se llevan a «pradiar». El cambio es notable. Como los pitos de caleya. Nos sentamos y empieza mi acoso).

-Ya sé que no es «alcalde por accidente». Aunque sí por sorpresa. ¿Le hubiera gustado más ser electo?

-Hombre, sin duda. Pero fue todo inesperado, no estaba en el programa electoral. Fue una situación personal de Salvador Fernández al que se presentó una disyuntiva que afecta todo el futuro de su vida. Y, bueno, hay que respetar su decisión. Es totalmente democrático.

-¿No fue la suya una elección a dedo?

-No, qué va. Yo era el segundo de la lista, elegido por mi partido a nivel nacional. Quiero decir, que no me puso Salvador como amigo -que en la primera elección ni lo éramos- sino por el PP regional. Y está previsto en los reglamentos.

-Ya, ya. Pero esas lágrimas tufaban a cocodrilo. ¿Eran de verdad? ¿Lloraba por la marcha de un amigo?

-Por supuesto. No soy nada sentimental, pero llevamos codo con codo mas de 10 años. Son muchas horas juntos de alegrías, decisiones impopulares aunque necesarias, ataques e insultos de la oposición, que en Luanco son especialmente crueles.

-Pero forma parte del sueldo.

-Sí, sí. Pero te afectan cuando te parecen injustos. Y cuando rozan lo personal.

-¿Tal vez por eso no se dedica a la cosa pública en exclusiva?

-Nunca dejé ni dejaré mi casería. ¿Sabe por qué? Porque me da libertad. Así nadie me presiona, nadie me condiciona. Cuando se me agoten las ganas de ser útil al pueblo, que eso me importa mucho, sé que tengo a donde ir. Los llamados políticos profesionales que siempre estuvieron a las órdenes del partido lo tienen mas crudo. La mayoría obedece a ciegas porque no sabe hacer otra cosa.

-Nada más llegar a la Alcaldía tomó una decisión que levanta llagas: el famoso cheque de la paga extraordinaria.

-Fue un gesto de solidaridad con mis funcionarios. Nosotros no lo somos, asi que en el primer Pleno hice esa promesa. Muchos creyeron que era un brindis al sol. Yo llevo poco en el poder, y la paga extra que me corresponde es pequeña. Así que tuve que poner el resto de mi bolsillo. Lo de la foto de la entrega no fue populismo. Quería que hubiera un testimonio para descreídos. O sea, tengo la conciencia tranquila.

-¿Igual que en esos famosos y discutibles sueldos que cobran los alcaldes?

-Hay bastante demagogia en ese tema. Deberíamos aclarar algo muy importante. No fue Salvador quien se puso ese sueldo, en contra de lo que piensa la gente y pregona la oposición. Es una decisión que tiene al menos 20 años. Se tomó en un Pleno y a todos les pareció bien que el Alcalde cobrase siempre una peseta mas que el secretario.

-Pero es un sueldazo.

-Qué va. Antes sí, se cobraban 72.000 euros. Pero ahora se ha rebajado a 42.000 que quedan en 28.000 con los descuentos. No me parece tanto. Tenemos más trabajo de lo que puede parecer. Estás al servicio de los ciudadanos y no hay horas libres.