-¿Dónde se siente más útil? ¿En el Ayuntamiento o en el Congreso de los Diputados?

-En el Ayuntamiento, sin duda. Me ha parecido siempre un trabajo creativo con una rentabilidad social que lo hacía importante. Y cercano a la ciudadanía. El trabajo como diputado es diferente. Y más aún si el PSOE tiene enfrente un Gobierno de mayoría absoluta que abusa de la prepotencia y de las funciones de control del Parlamento. Pero es verdad que ahora vivo más tranquilo.

-¿Avanza hacia la paz la sociedad vasca?

-Ha cambiado mucho, pero no lo suficiente. ETA ha desaparecido de la escena política pero queda pendiente su efectiva disolución y entrega de armas. También falta una autocrítica en profundidad de la izquierda «abertzale» y que ETA pida perdón a las víctimas. Estamos en un proceso de convivencia y de conquista de una reconciliación social. Pero eso no debe significar nunca el olvido, la pérdida de la memoria.

-¿Qué líneas de trabajo considera prioritarias en estos momentos desde la administración local?

-Es fundamental acertar en la definición de las prioridades presupuestarias. Y eso se hace en diálogo permanente con movimientos y agentes sociales de todo tipo. En segundo lugar, los socialistas tienen que promover una cultura de entendimiento con fuerzas progresistas, de izquierdas, que debe significar el retomar y proyectar valores cívicos en tiempos de crisis. Contar con la opinión de funcionarios y técnicos. Y lograr la complicidad de los sindicatos, porque la situación actual exige sacrificios bien repartidos.

-¿Cómo vive el debate sobre los desahucios?

-Las medidas del Gobierno del PP son absolutamente insuficientes. Es cierto que tampoco el Gobierno de Zapatero acertó, y no supo valorar la dimensión social de los desahucios, la injusticia, las actitudes salvajes de las entidades financieras, los procedimientos y legislación favorables a los bancos. Parece que los socialistas hemos despertado y se ha planteado una ley integral que introduce las modificaciones necesarias.