Carolina G. MENÉNDEZ

«Bailamos como hombres pero con puntas, pestañas postizas y ropas femeninas», señalaba ayer Tory Dobrin, director artístico de «Les Ballets Trockadero» de Montecarlo, durante el encuentro que junto a un grupo de bailarines de la compañía mantuvo en el centro Niemeyer con alumnos de la Escuela Superior de Arte Dramático y profesional de Danza de Asturias. La reunión permitió a la veintena de jóvenes presentes conocer algunas dudas sobre esta formación de bailarines profesionales integrada sólo por hombres y que en sus actuaciones ofrece una visión divertida y lúdica del ballet tradicional ya que, en forma de parodia travestida, interpreta escenas tan clásicas como «El lago de los cisnes», «Go for barroco» o «Walpurgis Nicht». «Les Ballets Trockadero» presentan este fin de semana en Avilés una doble función: hoy, sábado, a las 20.30 horas, y mañana, domingo, a las 19.30.

Bailar con puntas, práctica asociada casi en exclusiva a las mujeres, es uno de los aspectos más llamativos de este ballet masculino. «Aunque es muy difícil, doloroso y salen ampollas, es bueno para fortalecer los pies», señalaba ayer Giovanni, un bailarín colombiano que ingresó hace cuatro años en las filas del Trockadero. A pesar de la dificultad que entrañan las puntas, «lo conseguimos porque todos somos bailarines profesionales antes de llegar a esta compañía», resaltó Dobrin.

Para el director artístico de la compañía fundada en 1974 con sólo tres bailarines que cada noche presentaban un espectáculo en el off Broadway (pequeños locales alternativos que aun encontrándose en Broadway no pertenecen a la red de los famosos y prestigiosos teatros), la formación de cada miembro de «Les Ballets Trockadero» «nos permite bailar en serio pero no lo hacemos porque no queremos. Nosotros nos divertimos tanto como el público y en ninguna otra compañía del mundo podemos hacer esto», dijo a los estudiantes. Y añadió: «El hecho de que el público vea la masculinidad del hombre en tutús resulta cómica, pero no se trata de una parodia ridícula e improvisada, detrás hay mucho trabajo».

La formación de los dieciséis componentes de esta compañía es tan rigurosa como la de los bailarines internacionales de élite, si bien la diferencia entre ambos radica en el humor que caracteriza su trabajo, exagerando algunas posturas, simulando accidentes o presentando incongruencias en los pasos, giros o saltos, pero siempre dentro de un repertorio clásico.

Finalizada la charla con los estudiantes de danza clásica y una vez que los alumnos se despojaron de las incómodas prendas invernales, en la misma sala del Centro Niemeyer recibieron una clase del bailarín italiano Rafaelle Morra. Unos ejercicios de calentamiento dieron paso a unas escenas de «Paquita», un ballet que fue estrenado el 1 de abril de 1846 en la Ópera de París y con la que los jóvenes, en su mayoría mujeres, siguieron con extremo interés.

«Esta actividad es muy importante para ellos porque ven que es una continuidad de lo que hacen y que forma parte de la realidad del bailarín ya que se lleva al escenario», apuntaba Ana Serna, jefa de estudios adjunto de la Escuela Superior de Arte Dramático y Profesional de Danza de Asturias.

«Les Ballets Trockadero» no es desconocida para estos jóvenes, al tanto de todas las compañías que recorren el mundo; algunos habían visionado vídeos por internet y todos destacan la «expresividad y el aspecto teatral que caracterizan sus presentaciones».