El Carnaval es la fiesta más contestaria de todas. O, al menos, debería serlo. Más si cabe si se homenajea a la antigua Grecia, que es donde nació la democracia. La construcción de los artilugios que participaron ayer tarde en el Descenso de Galiana causó indignación por las novedades horarias y tensó las labores artesanas desarrolladas en la nave de Festejos, pero al final hubo paz y después gloria. Que es otra cosa que tiene de bueno la celebración de las carnestolendas.

La primera "indignación" se produjo hace días, cuando los participantes descubrieron que había que trabajar en los artilugios sometidos al tictac del reloj: de 16.00 a 21.00 horas y los fines de semana, de 10.00 a 14.00 horas. Y ya está. Nada más. El Ayuntamiento de Avilés aceptó las alegaciones señaladas y así pareció que había llegado la paz.

Pero no fue así. La siguiente "indignación" se produjo cuando los participantes descubrieron que tenían que trasladar ayer sus cachivaches al colegio Palacio Valdés a partir de las 11.00 de la mañana. "Nunca había sucedido eso", señalaron. La tradición dicta que eso se hacía a partir de las 15.00 horas del mismo Sábado de Descenso. Sin embargo, este cambio de hora estaba previsto en las bases de la celebración reina del Antroxu avilesino. "¡Pero quién lee las bases!", protestaron. Estar a las 11.00 horas en la puerta de la nave de Festejos suponía acortar la noche del viernes un tanto demasiado señalado. Y la fiesta, como el espectáculo, nació para continuar. Por eso, fue que los participantes decidieron reunirse en asamblea.

Discutieron, votaron y resolvieron mantener la tradición: subirían al colegio Palacio Valdés a las 15.00 horas. El Ayuntamiento, sin embargo, se mantuvo fiel a la hora señalada en las bases: contrató la vigilancia de seguridad y mandó a los policías para que escoltasen los artilugios. Pero, a la hora señalada, no había nadie. Empezaron a llegar a las 13.00 horas. "Ni para ellos, ni para nosotros", apuntaron. La democracia triunfó en esta Grecia "greciosa".