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La Figura De La Semana | VICTORIA LÓPEZ | CONOCIDA COMO "LOLINA LA RULERA"

Una leyenda de carne y hueso

Junto a su padre, la mujer, ya jubilada, inspiró un personaje navideño que ayuda a L'Anguleru a repartir regalos a los niños

"Lolina la rulera", en la calle Juan XXIII. MARA VILLAMUZA

Victoria López es un cuento de Navidad hecho carne. "Jesús el rulero", su padre, fue durante décadas uno de los trabajadores más populares del muelle pesquero de Avilés. López heredó el mote de su progenitor y fue conocida como "Lolina la rulera", aunque su labor en la lonja de pescado se limitase al teléfono y la oficina. Hace un par de años, el colegio Marcelo Gago incorporó al clásico cuento navideño de L'Anguleru los personajes de Jesús y Lolina, que con sus cañas de pescar mágicas ayudan a la versión marinera de Papá Noel a entregar los regalos de Nochebuena a los niños que se portan bien. A sus 78 años, Pérez recuerda la labor de los anguleros en la ría de Avilés "en los tiempos boyantes de antes" y, sobre todo, a una figura paterna que, pese a lo "raro" de su carácter, marcó desde la cuna su trayectoria profesional.

Su apodo es erróneo "a medias". "Mi madre era Lola y mi padre, rulero. Entonces mi madre era 'Lola la rulera'. Yo como era la hija pequeña me quedé con lo de Lolina", explica. Y tampoco fue rulera de oficio, aunque sí que dedicó toda su vida al sector. Con 19 años comenzó a trabajar como telefonista en la rula, un puesto que mantuvo durante un cuarto de siglo. Pero, según ella, el trabajo le acabó "por aburrir" y pidió que la metiesen como auxiliar de caja. "Otros 24 años me quedé allí, hasta que me jubilé. Antes el trabajo funcionaba tan bien que podías estar en lo mismo toda la vida", apunta.

La pesca, antes, era tan boyante que López recuerda los barcos gigantes con pescado entrando al puerto, a su padre dando la cantinela de precios a viva voz hasta que algún comprador lo frenaba, a mariscadores y barcos de arrastre haciéndose de oro en la ría. "Llegó la Ensidesa y acabó todo. Hoy la ría no parece la misma y toda la zona está cambiada. Teníamos la casina donde está ahora la cúpula del Niemeyer. La rula sigue, claro, pero el oficio, lo que yo entiendo como oficio, ya no es igual. Antes éramos todos una gran familia, compartíamos lo poco que teníamos. Ahora es un trabajo como cualquier otro. Y muy competitivo", lamenta.

López, que se califica con orgullo de "sabuguera", se casó en la iglesia del barrio marinero el mismo día en que cumplió 23 años. "Me bauticé y me casé en Sabugo y quiero que mi funeral se haga también allí. Mi padre me pegó mucho su cariño al barrio", explica. Las nupcias fueron en 1962. López echa cuentas: lleva casada 55 años. "No sé si eso es bueno o malo", bromea. Tiene dos hijos y una "nietina" que mantiene el apodo con diminutivo pese a rozar la treintena de edad. Su marido, enfermo desde hace un par de años, fue fotógrafo en su juventud y trabajador en Ensidesa en la edad adulta. "Las fábricas y la pesca es lo que nos han dado de comer a gran parte de la ciudad. Pero, al final, la primera pudo más. Tenían un sueldo mejor, pasabas menos frío y tenías unos horarios menos castigados", asegura.

La rulera define a su padre como "generoso y bueno" en el trato pero "raro de carácter" en el ámbito privado. "Era de esos que decían a qué hora se cenaba y a qué hora nos íbamos a dormir los críos. Era estricto, inculcaba la típica educación de antes", explica. Era, también, un hombre de decisiones. "Llegó una noche con muy poca angula y le dijo a mi madre: toma, que te preste, que yo no vuelvo más. Y no volvió. Otro día fue al médico por algo de los bronquios y al salir tiró el paquete de tabaco. Y no volvió a fumar", asegura.

Pese a la rectitud en las formas, el rulero era un apasionado de la cultura. Según su hija, el avilesino importó un buen día desde Madrid un tocadiscos estéreo: "Venía de la lancha hecho polvo y se ponía a escuchar ópera y zarzuela a todo dar". También fue un gran lector y López conserva en la casa familiar los "Episodios Nacionales" de Pérez Galdós, enciclopedias sobre religiones y decenas de ejemplares de historia sobre el mundo egipcio. Su obsesión por la época de las pirámides y los jeroglíficos le llevó a nombrar Iris e Isis a sus dos lanchas. "Sabía tanto de todo que casi me da pena que no se me haya pegado su afición de leer. A mi hermana, la soltera, sí que le cuajó", asegura López.

"Lolina" está ahora jubilada y dedica gran parte de su tiempo a cuidar de su marido y visitar colegios de la comarca para celebrar la llegada de L'Anguleru en Navidad. "Con esto del cuento yo me lo paso pipa con los críos. Es bonito que les guste y que quieran mantener viva la tradición pesquera de Avilés", sentencia.

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