Gijón, Pablo TUÑÓN

Desde que fuese fundado en 2004, el Oriamendi ha ido creciendo con el tiempo. Para ello ha tenido que transitar por un camino pedregoso, plagado de obstáculos, pero que no les ha impedido continuar luchando con un tesón increíble y una filosofía propia muy singular. «Aunque sea un tópico, no nos interesan los resultados. Tenemos casi la misma filosofía que un equipo colegial», explica Carlos Javier Solares, que hace las veces de secretario, coordinador y entrenador en el club gijonés.

Lo cierto es que las palabras de Solares no son una mera declaración de intenciones. El Oriamendi ya ha demostrado en alguna ocasión que los resultados no son los primordial para ellos. «Si los ascensos llegan, los recibimos con gusto, pero no es lo primero y, de hecho, si tenemos que renunciar a un ascenso, pues se hace y punto», asegura Solares. Eso ya ocurrió hace tres temporadas, cuando, a pesar de haber obtenido un ascenso, el club se negó a subir de categoría. «Nos tocaron dos hornadas muy buenas de jugadores y, luego, una no tan buena. La primera obtuvo el ascenso pero nos negamos a subir porque las generación que venía detrás iba a sufrir en una mejor categoría. Ascender no tiene sentido si se va a encajar goleada tras goleada», explica Solares.

Esta situación puede darse otra vez este año, ya que el infantil «B» está realizando una magnífica campaña en Tercera División, donde tan sólo han cedido una derrota y un empate. Lo tienen todo de cara para obtener el premio, un premio al que tal vez se tenga que renunciar. «El infantil A es un equipo que mezcla jugadores de segundo y primer año. Muchos de ellos provienen de colegios. El problema es que no tienen el suficiente nivel para jugar el año que viene en segunda», explica Solares, que se mantiene fiel al refrán «más vale cabeza de ratón que cola de león».

La solución para no renunciar al ascenso pasaría por fichar una docena de jugadores que formasen parte del infantil B el año que viene. Algo que tienen ahora más fácil, ya que entrenan en campo de hierba sintética y no de arena, por lo que el atractivo para los niños es mayor.

Este cambio del lugar de entrenamiento ha sido una novedad para el Oriamendi. Ahora se tiene que desplazar para practicar fútbol a los terrenos de la Federación en Roces, donde hasta ahora tan sólo jugaban los partidos. Esto se debe a que no pudieron acondicionar el campo de arena que venían utilizando. «Necesitábamos 19.000 euros y no podemos hacer frente a ellos sin ayudas. Desde las instituciones nos daban buenas palabras, pero ni una sola ayuda material», se lamenta Solares.

La falta de subvenciones se ha convertido en un enorme lastre esta temporada. El equipo debe de hacer frente a todos los gastos, incluido el alquiler de los campos de Roces, sin ayudas.

Pasa a la página siguiente