A través de este espacio que LA NUEVA ESPAÑA tiene a bien poner a disposición de los lectores deseo expresar mi gratitud a la directora y a todo el personal de la residencia de la tercera edad Santa Elena por los cuidados y las atenciones con que fue tratada mi esposa Leonor durante los más de seis años que permaneció allí, incapacitada e imposibilitada para hacer cualquier movimiento a causa de una larga y cruel enfermedad, el alzhéimer, que la fue deteriorando cada día un poco hasta acabar con su vida.

En Santa Elena tuvo el apoyo y los cuidados que ya no era posible darle en casa, y no le faltó el trato cariñoso del personal y de la dirección para hacer menos penosa su desdicha.

Julio Ges

Oviedo