Armando Rodríguez

Diversos actos nos recuerdan este año el centenario del Ferrocarril de Carreño (enero de 1909), aunque más bien se podría decir que la efeméride responde a la inauguración oficial, puesto que la línea ya llevaba funcionando desde 1907, de modo que para entonces, dos años después y desde un punto de vista práctico, miles de toneladas de mineral de hierro habían sido transportadas desde las minas del Regueral hasta Aboño, punto de enlace con el resto de ferrocarriles asturianos y, a su vez, con las vías de acceso al puerto de El Musel.

La conmemoración, en cualquier caso, pone de manifiesto para el vecindario, tanto la tradición minera del concejo como diversos asuntos pendientes de resolverse desde hace bastante tiempo. Uno de ellos la creciente necesidad de soterramiento de las vías (actualmente Feve) a su paso por localidades como Perlora y Candás, máxime cuando se vayan a incrementar los tráficos con el transporte de pasta de papel entre Ence, en Navia y El Musel; pero también, las alternativas a determinados pasos a nivel o el reconocimiento por parte municipal de antiguos enclaves ligados a la línea que, aunque en desuso, merecen un grado de protección y debieran quedar incorporados al catálogo urbanístico por su importancia como arqueología industrial. Así, las instalaciones de la antigua explotación minera del Regueral (Candás), los cargaderos de Perlora o la vieja estación de Aboño son un referente de la actividad ferroviaria de antaño en nuestro concejo que no debiera perderse.

Como reflejo de todo ello, entre las curiosidades de esta línea propiedad de la Sociedad Minas de Hierro y Ferrocarril de Carreño (filial del Crédito Industrial Gijonés), cabe mencionar que su puesta en marcha supuso por ejemplo el estreno como puerto comercial de El Musel en febrero de 1907. Y es que los seis primeros barcos que cargaron mercancía en el puerto de El Musel lo hicieron exclusivamente con mineral de hierro de las minas de Carreño. El primero fue el «Dalbeattie», que partió el 23 de febrero de 1907 hacia Ardrossan (Escocia) con 1.800 toneladas, le siguieron hasta el 5 de julio con idéntico destino los embarques del «Prima», «Greendyke», «Beechgrove», «Cadoxton» y de nuevo el «Dalbeattie».

Rompiendo esa tónica, el 14 de julio se iniciaban por mar desde El Musel los tráficos de carbón de las cuencas mineras asturianas a través del Ferrocarril de Langreo, esta vez en el buque «Jovellanos» con destino a Bilbao. Era el séptimo barco que salía de El Musel con mercancía; pero los embarques de mineral de hierro procedente del Regueral tampoco se interrumpieron, de modo que aquel año este tipo de tráfico se completó con las partidas del «Trafalgar», «Ashgrove», «Dalbeattie» y «Coventry».

En total diez embarques de mineral de hierro con un total de 22.061 toneladas y a una media por barco de 2.200 toneladas. A falta de medios mecánicos, en los primeros embarques participaron las mujeres con el acarreo de calderos y cestos en la cabeza desde los muelles a las bodegas, lo que da idea de las duras condiciones de trabajo de la época.

El primer naufragio con mercancía procedente de El Musel también lo protagonizó un barco que transportaba mineral de hierro de Carreño. Se trataba del buque inglés «Beechgrove», que atracó el 13 de mayo de 1907. Al poco de poner rumbo, el día 20, hacia Ardrossan con 2.246 toneladas embarrancó en los bajos del Serrapio de Mar, en la costa gijonesa. No hubo víctimas entre los 18 tripulantes, pero el barco, que acabaría desguazado, a punto estuvo de cerrar el canal de entrada del puerto local.

Varias son las fechas históricas de este trazado de origen minero, más tarde adaptado en sus diferentes unidades para viajeros, como la apertura oficial Musel-Aboño el 21 de junio de 1917, el ramal Aboño-Gijón el 1 de octubre de 1950, la construcción de la nueva estación de Gijón el 22 de junio de 1968 o el traspaso a Feve de las concesiones del Ferrocarril de Carreño y cese de la explotación por la compañía el 10 de julio de 1974.

Pero, sin lugar a dudas, otra de las más significativas fue la del 3 de agosto de 1922, en la que se inauguraba el trayecto ferroviario entre Gijón (Musel) y Avilés, lo que significaría que «el Carreño» era el cuarto de los interurbanos eléctricos españoles.

Este ferrocarril, inicialmente de vapor, que conectaba el Regueral con el puerto de El Musel había sido electrificado en 1920 y tras dos años de obras se prolongaba ahora hasta Avilés de modo que la línea en funcionamiento, 22,5 kilómetros, pasaba a tener ocho estaciones y dos apeaderos. Algunas de estas estaciones tenían gran movimiento de viajeros y mercancías. Era el caso de la de Perlora por la que salía piedra y cal para la construcción; desde Candás se exportaba la producción de cinco grandes fábricas de conservas de pescado; la del Regueral, mineral de hierro, y el resto, daban salida a productos agrícolas y derivados, especialmente leche que se enviaba a una fábrica próxima a Avilés para convertirla en polvo. El movimiento de trenes era intenso, pues, además de las mercancías, circulaban diariamente por la línea 34 convoyes de pasajeros, 17 en cada sentido.

Precisamente, una huella de toda aquella gran actividad es la que ha llegado hasta nuestros días quedando patente como legado en desvencijadas instalaciones a las que nos hemos referido anteriormente: edificios, minas y cargaderos que en su conjunto y con el debido estudio y tratamiento pueden constituir una ruta cultural y paisajística de indudable interés, al tiempo que complemento a otra de las señas de identidad del antiguo Ferrocarril de Carreño, como fue el recorrido costero de la línea por Albandi y Perlora, actualmente reconvertida en la senda verde del Tranquero.