Sorribas (Grado),

Lorena VALDÉS

Grado perdió a Manuela Fernández Fojaco, la abuela de España y una de las personas más longevas del mundo, con 113 años, el 6 de enero de 2009. El corazón de una de las mosconas más célebres de los últimos tiempos se paró y sus vecinos lamentaron el fallecimiento de una anciana que siempre llamó la atención por su vitalidad y su mente abierta. Tras su muerte, en el concejo aún laten, con fuerza, los corazones de seis centenarios. María Suárez Arias, de Sorribas, encabeza a sus 102 años, este grupo cuyos miembros, con una salud de hierro, se juntarán el próximo 1 de octubre en el homenaje que les rendirá la concejalía de Servicios Sociales en la capilla de los Dolores.

«Para ser feliz hay que estar conforme con lo que tienes, sea mucho o poco». Lo dice María Suárez Arias quien a sus 102 años es la «superabuela» de Grado. Ella disfruta en su casa de Sorribas, en compañía de su hijo Ramón y su nuera Isolina, de los pequeños placeres de la vida. «Tomo un café solo por la mañana y otro para merendar, no los perdono. Eso sí, no me mandes beber agua, prefiero la leche de vaca fresca, la de verdad, la comprada no sabe a nada», sentencia la anciana sentada en su rincón favorito junto a la ventana de la cocina.

La mujer desveló algunos secretos más de su longevidad al Alcalde de Grado, Antonio Rey, y a la concejala de Servicio Sociales, Natividad Castrillo, que la visitaron ayer para entregarle una placa. «Nunca fui guapa, pero tenía un tipín muy bien fecho, de modelo, y sin dieta. Lo que más me gusta es un buen plato de pote de berzas o de fabada», afirma. Eso sí, para mantenerse estupenda sabe que toca cenar ligero. «Por la noche, hay que tomar una sopa o una tortilla», recomienda, entre risas mientras sus familiares añaden que «nunca estuvo ingresada y no sabe lo que es una inyección. Lo único que le falla es la vista».

El pasado 4 de febrero celebró su cumpleaños rodeada de sus dos hijos, sus cuatro nietas y sus dos bisnietas y se permitió algún exceso con la tarta. Por supuesto, sopló las velas. «Se las pusimos de número, porque 102 velas ¿quién las apaga?», bromea su hijo. También recibió regalos aunque la centenaria con humor aclara que «están muy caros y no los sueltan tan fácil».

María trabajó muy duro para sacar adelante primero a sus cuatro hermanos, ya fallecidos, y después a sus hijos en tiempos de escasez. «Fui una esclava de la tierra», recuerda mientras echa de menos la casa familiar en el pueblo moscón de Tejedo. «A veces le tenemos que decir que está allí, para que se tranquilice», explica Ramón.

Coqueta, como la que más, la anciana rechaza cogerse del brazo para salir a la antojana de su casa y despedir a la visita. «Puedo yo sola», aclara. Eso sí, no se desprende de su mandil. Lo llevó toda su vida incluso cuando era una moza y le sobraban los pretendientes gracias a un tipo de los que quitan el hipo. Quien tuvo retuvo.

La «superabuela» será la única que no pose para la foto de grupo de los centenarios moscones el próximo 1 de octubre. Si estarán Gloria Menéndez, de 101 años y Natividad Suárez, Amelia Hevia, Manuela Menéndez y Rafael Fidalgo, de 100 años. María prefiere la tranquilidad de Sorribas donde cada día espera al panadero y de cuando en cuando echa un cantarín mientras disfruta feliz y conforme de su vida.