Proaza, Mónica G. SALAS

Los nabos y el queso de fuente se convirtieron este fin de semana en los protagonistas indiscutibles de la cocina en los valles de Trubia. Y no sólo por tratarse de dos de los productos más típicos de la zona, sino también porque Proaza celebró el XXVI Festival gastronómico de este tradicional pote asturiano y del queso de Fuente. Así, con estos platos, combatió estos días el concejo el frío.

Mientras el sonido de las gaitas y un mercadillo de productos asturianos decoraron de fiesta las calles del concejo, en los restaurantes los hosteleros estuvieron de faena. Anabel Almeida, cocinera del hotel Torrepalacio, pelaba ayer los nabos mientras explicaba su receta: «Primero hay que preparar el caldo con oreja y "calamona" de cerdo, chorizo, morcilla, tocino y costillas adobadas. Luego, tras cortar los nabos de manera transversal, se meten a cocer durante tres o cuatro horas en el caldo. Es importante que se deje cocer durante horas, porque de esta forma estará más rico».

Más trabajosa es, en cambio, la elaboración del queso de fuente. Los productores tienen que empezar ya a hacerlo en septiembre u octubre, ya que la clave de este producto es dejarlo «fermentar durante varios meses», explicó María Jesús Álvarez. Para su fabricación, según José Manuel, «Lito», Álvarez, se cuaja la leche de vaca y a continuación se mezcla con los restos de queso que hayan quedado del año pasado, que es lo que se conoce como «queso madre». Todo ello se tiene que revolver todos los días durante aproximadamente tres meses en un recipiente de madera, llamado duernu. «Es importante utilizar este barreño, porque la madera lo que hace es absorber el suero que produce la cuajada», afirmó Lito Álvarez. El resultado es un queso más fuerte que el de Cabrales y con suficiente textura como para untarlo en pan de escanda.

A pesar de la lluvia, fueron muchos los que ayer se acercaron para disfrutar de las tradiciones culinarias de Proaza. «Venimos expresamente a comer los nabos, porque es un plato que me gusta y mi mujer no lo conoce», manifestó el ovetense Toni Díaz, junto al puesto de pulseras hechas por Lucía Álvarez, una invidente de 27 años que elabora todo tipo abalorios ella sola. Muy cerca de este puesto estaba el de Ángel Fernández, de Belmonte de Miranda. «Vendo pan de escanda, ¿quiere probarlo?», decía a sus clientes. A unos metros de allí estuvieron Ángela Álvarez y Delia Campomanes, de Turón (Mieres), haciendo frixuelos y tortos con picadillo.

«Tenemos la masa ya hecha, así que sólo es pasarla por la sartén», explicó Álvarez, al mismo tiempo que preparaba un frixuelo para sus clientes David García y Marisol Menéndez, de Morcín. «Vinimos a probar los nabos y a dar una vuelta», expresaron.