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Carreño

La plaza de abastos de Candás, dividida

Los tres comerciantes con puesto fijo en el recinto candasín aplauden su reforma, mientras que los ambulantes la ven un gasto innecesario

Mientras que unos aplauden la medida, ya que ven en ella una forma de impulsar sus negocios, otros, en cambio, creen que supone un gasto innecesario en vista de su avanzado declive. Los comerciantes de la plaza de abastos de Candás están divididos después de conocerse que las instalaciones serán finalmente reformadas gracias a una subvención del fondo europeo de pesca por importe de 58.078 euros. Las discrepancias se dan entre los vendedores que tienen un puesto fijo y los que no.

Los primeros, los empresarios, opinan que las obras son "positivas" ya no sólo para sus comercios, sino también para Candás. "La imagen que se da a los turistas de la plaza de abastos es desoladora cuando es uno de los lugares más visitados", manifestó ayer María Teresa Granda, que dirige desde hace diecisiete años un puesto de fruta y charcutería. Sin embargo, los segundos, dedicados a la venta ambulante de sus productos en el mercado, disienten al alegar que el gasto "no merece la pena". "Hay cosas más necesarias antes que arreglar esto. Cada vez se vende menos y con el tiempo iremos a peor. Por el verano todavía sacas algo de dinero, pero en el invierno, nada de nada", aseguraron las aldeanas Conchita García y Rosa Fernández, que trabajan vendiendo flores durante la semana y productos de la huerta los sábados.

Precisamente los fines de semana es cuando parece que la plaza de abastos de Candás se anima un poco. Porque en un día de semana la imagen que ofrece es bastante pobre. De hecho, de los casi doce puestos que podrían estar en funcionamiento, hoy tan sólo quedan tres abiertos en la planta superior (que ocupan cada uno el suyo más el contiguo), además de una pescadería, en la inferior, que no trabaja todos los días. "Por aquí ya sólo viene gente mayor. El resto va a los supermercados, que fue lo que nos terminó de hundir, incluso antes de la crisis", explicó Carmen Muñiz, al frente de su negocio desde hace veintisiete años.

Aun así, los tenderos "de toda la vida" consideran que toda reforma siempre beneficia. Sobre todo, porque la plaza "se ve viejina", como dice la clienta Rosa Fernández, y presenta ya muchas deficiencias, como humedades, mal estado del suelo y sobre todo, ausencia de puertas, que podrían eliminar el viento. "Aquí hay siempre mucha corriente. Y en invierno el aire que entra es increíble", apuntó María Teresa Granda. Y no es la única. Los compradores también lo notan. "Aquí siempre hace un frío tremendo", afirmó la vecina Tarsi Amez, que acude a la plaza por "costumbre", aunque la vea ya "demasiado vacía".

El proyecto de reforma de las instalaciones candasinas incluye justamente la colocación de puertas automáticas, con detector de movimiento, para sustituir el cierre actual, entre otras actuaciones, como pueden ser el acondicionamiento del suelo o la instalación de un ascensor con el fin de conectar los dos pisos. Este último punto es, sin duda, el más polémico, ya que mientras que unos opinan que su construcción "cae de cajón" para que los minusválidos y personas mayores puedan tener acceso a los servicios, ubicados en la planta inferior, a la cual, hoy, hay que acceder por medio de unas escaleras, otros opinan que se podría haber evitado. "Si hubieran hecho el baño de minusválidos en la planta superior, que había sitio, no habría que gastar en un ascensor", lamenta otra de las vendedoras con puesto, que prefiere mantenerse en el anonimato.

De cualquier forma, parece que la propuesta de rehabilitación de la plaza de abastos de Candás está cerca de convertirse en una realidad, independientemente de que guste más a unos que a otros. El objetivo es mejorar su imagen, pero también echarle un capote a los comerciantes que pese a las adversidades siguen al pie del cañón, a la vez que motivar a nuevos empresarios a ocupar la que será la nueva plaza. "Yo creo que sí, que puede que se animen", concluye María Teresa Granda.

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