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María olvida al "asesino del candelabro"

La superviviente del ataque de Constantino Arango, que hace un año degolló a su mujer y se suicidó en Pravia, reside de nuevo en el lugar de los hechos y trata de pasar página

María Iglesias, con las marcas del ataque el día después del crimen, junto a su sobrino Belarmino Rego. SARA ARIAS

María quiere olvidar. No quiere recordar la fatídica madrugada en la que Constantino Nicasio Arango Rodríguez, su cuidador durante diez años, intentó matarla. El "crimen del candelabro" conmocionó a Pravia hace justo un año. Arango degolló a su mujer, trató de quitarle la vida a María Iglesias con una concha y un candelero y luego se suicidó. La investigación, que en principio enfocó hacia el móvil económico por la herencia de Iglesias, ya que todo su patrimonio y cuentas bancarias estaban a nombre del asesino, lo descartó finalmente, y se cerró como un caso de violencia de género. La mujer, ya totalmente recuperada de los golpes que sufrió, prefiere mantener el silencio y continuar la vida tratando de hacer desaparecer esa noche de su memoria.

Iglesias, que ya ha cumplido 90 años, ha vuelto a su casa en la céntrica calle Príncipe de Pravia, donde ocurrieron los hechos. Allí vive sola después de haber pasado unos meses junto a unos familiares en Prahúa. Es una mujer fuerte e independiente y prefiere estar por su cuenta. Sus allegados señalan que ha sido una decisión suya regresar a casa. Aunque está sola, todos los días recibe la visita de su nueva asistenta y de vez en cuando se deja ver dando un paseo o tomando café en la villa. Pero son pocas las ocasiones y siempre con personas de su círculo íntimo.

Es precisamente esa fortaleza de carácter la que le hizo resistir y luchar contra su agresor para seguir viva. Nada hacía sospechar lo que iba a ocurrir, aunque en los días posteriores al suceso, Iglesias reconoció que Arango estaba muy raro en los días previos. La tarde del 5 de julio de 2015 la pasaron en el hogar del jubilado, tal y como hacían todos los días. Arango la dejó en casa y subió a su piso, encima de la casa de Iglesias.

El intento de asesinato ocurrió horas después. Al amanecer, Arango entró en la casa de la anciana con las llaves que tenía para acceder a diario al domicilio. Le llevó una taza con una infusión y esperó a que la bebiese. Arango llevó la taza a la cocina, un detalle que hizo sospechar a María de que algo raro estaba pasando, porque siempre la dejaba sobre el zapatero. No tuvo tiempo de hacer cábalas.

Sin previo aviso, Arango cogió la colcha de ganchillo de la cama y le tapó la cara a Iglesias con la intención de asfixiarla. La mujer luchó contra el agresor sin descanso mientras le gritaba "¡Tino, para, que me afuegas!, y cuanto más berreaba más apretaba, me buscaba la boca y me cogía las manos para que no me moviera", señaló Iglesias el día después del crimen a LA NUEVA ESPAÑA. También dijo que Arango permaneció en silencio durante todo el tiempo.

Ante la resistencia de Iglesias, el hombre cogió un candelabro de la mesita de noche, le asestó un golpe en la cabeza que la dejó inconsciente y se fue de la casa. "Me tenía empozada", detalló. Iglesias recobró la consciencia y se esforzó por sacar la cara del colchón y coger aire. Permaneció unos minutos respirando y cogiendo fuerzas. En cuanto pudo se levantó de la cama y salió al descansillo del edificio gritando "¡Tino intentó matame!".

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