En Inglaterra, andan sociedad, prensa y hasta la ínclita reina Isabel II sumidos en un hedor que les ha llegado estos días con el viento del Este. Puede provenir de Francia o de Alemania y sus causantes parecen ser las numerosas granjas de cerdos de estos dos países. El mal olor viene a profundizar los recelos británicos hacia la Europa unida.

El viento cargado de pestilencia, que la prensa amarilla británica llama «bomba de olor», o lo que aquí conocemos como «bomba fétida», es tan hediondo que ha creado una auténtica conmoción en la isla. Indistintamente, culpan a Alemania o a Francia, y lo peor es que, al final, simplifican diciendo que el mal olor viene de Europa.

Los meteorólogos explican que el viento del Este de los últimos días ha llevado hasta el sur de Inglaterra y hasta el corazón de Londres la mezcla de olores de abono y de emisiones industriales

Hasta el serio «The Guardian» se pregunta quién será el principal responsable de que la pestilencia lograra penetrar las altas murallas del castillo de Windsor y afectar hasta a la propia reina. Dice también que los habituales de Hyde Park se ven obligados a taparse la nariz.

Contra la democracia

En Asturias, hemos tenido la misma influencia. Durante estos días lo que nos llega es un viento apestoso que proviene de las explosiones de las «bombas contra la democracia» que pone la banda terrorista ETA; que nos hacen preguntarnos a todos los que no pertenecemos a esa secta del terror, desorientados, cómo es posible que alguien piense que poniendo bombas en las casas del Pueblo del PSOE o pegando tiros en la nuca a los adversarios pueden alcanzar los objetivos que sus profetas han escrito en el catecismo del terrorista: que un buen día, lo más parecido a un juicio final, 44 millones de españoles, acorralados al fin, acabarán por rendirse a estos teóricos de la «kale borroka» y del asesinato.

Esta creencia irracional es lo que en realidad les salva, porque, de no ser por esa coartada intelectual, dispararían contra sus propios cerebros.