La catástrofe minera de Chile pone de actualidad ejemplos extraordinarios de supervivencia por sepultamiento en Asturias, nada comparables por supuesto al del país andino en cuanto a tiempo de permanencia sepultados, pero muy superior en cuanto a sufrimiento por su dramática soledad que aboca a una situación de abatimiento y desesperanza al borde del paroxismo con consecuencias mentales irreparables.

Recientemente, LA NUEVA ESPAÑA publicó una información referida a un minero de Laviana, Francisco Fernández Alonso, más conocido por «Kike Peruyal» productor del pozo La Amada, de la empresa Coto Musel, que permaneció sepultado siete días, saliendo a la superficie el 18 de abril de 1950 en buenas condiciones de salud. La prensa de la época sólo informó de la operación de rescate por su carácter excepcional por el tiempo transcurrido desde el accidente del cual no existen referencias cuando se produjo.

Otro ejemplo de idéntica permanencia 6 o 7 días ocurrió en Moreda, en el Pozo San Antonio, el 6 de Diciembre de 1961 cuando a consecuencia de un derrabe quedaron enterrados a tres mineros. Dos de ellos fueron rescatados a las pocas horas muertos, pero Pedro Avelino Díaz Santervás natural de Santa Cruz de Mieres salvó su vida gracias a quedar aislado en un recodo de la rampla. Santervás milagrosamente no recibió golpe alguno y ello le permitió dentro de su reducidísimo espacio poder beber gotas de agua que resbalaban por una pared cercana y comer cortezas de pino. Al mismo tiempo procuró regular la luz de su lámpara y esperanza?

Las labores de rescate de Santervás llevaron su ritmo tradicional, durante varios días cundiendo el lógico pesimismo a medida que transcurrían las horas. De repente la cuadrilla de rescate percibió un ruido débil, como una especie de golpeo en una mamposta. Ante esta casi imperceptible señal se aceleraron los trabajos hasta llegar al minero el 12 de diciembre. Santervás fue trasladado al sanatorio de Bustiello donde permaneció pocos días. En las primeras horas de su estancia en el centro sanitario mostró buen estado de salud, con vendaje ocular, alterado únicamente por algunos episodios de delirios a consecuencia de la desnutrición y deshidratación.

Tomando como referencia los últimos 130 años de los diarios de más largo recorrido como «El Comercio», «El Carbayon», «La Voz de Asturias», «Región» y LA NUEVA ESPAÑA por municipios, en las mayores tragedias mineras el liderazgo corresponde a Aller. Citaremos las más importantes: El 2 de enero de 1889, Boo registra la mayor catástrofe minera de la historia en nuestra región con 30 víctimas dos de las cuales fallecieron posteriormente al accidente. Cinco años más tarde, en julio de 1894, en el Grupo Legalidad, fallecen 10 mineros. El 6 de enero de 1945, coincidiendo con una gran nevada en Collanzo, una espectacular explosión en la mina «Ampliación» de Asturiana origina 5 víctimas, algunas de las cuales son desplazadas a centenares de metros. El 12 de febrero de 1946 fallecen 11 mineros en el Grupo Melendreros. El 7 de mayo de 1948 un accidente en el Pozo San Jorge se salda con 4 muertes. El 5 de Diciembre de 1959, en el Pozo San Antonio de Moreda, a consecuencia de una inundación fallecen 9 trabajadores (dos de ellos nunca recuperados). Finalmente, en la mina Coto de Bello de Carinsa, el 16 de junio de 1958, pierden la vida ocho mineros. En total un balance trágico: 77 muertos en los siete accidentes.

Por supuesto que no nos olvidamos de otras tragedias mineras relevantes en otros concejos como las ocurridas en Mina La Sota (Carrio-Laviana el 29 de abril de 1924, con 10 víctimas); en María Luisa de Duro Felguera, el 20 de julio de 1949 con 17 muertos, la mayor del siglo XX. Mieres es un concejo también con un alto induce de catástrofes, recordamos en el valle de Turón las del Grupo Urbiés con cinco mineros muertos el 15 de Julio de 1948. En el Grupo Santo Tomás, en agosto de 1967, pierden la vida once mineros. Por último la más reciente ocurrida en el pozo San Nicolás de Mieres el 31 de agosto de 1995 con la altísima cifra de 14 muertos.

A las ya citadas cifras registradas en las grandes catástrofes existe un goteo de muerte en pequeños accidentes que arroja cifras estremecedoras. Sólo en la década de 1955-1965 se contabiliza la muerte de 862 trabajadores con una media anual de 77. El año 1958 es el récord mortal de accidentes con 106.

Al margen de las tragedias mineras mencionamos dos breves apuntes anecdóticos. La extraordinaria catástrofe de Boo en 1889 pudo haber adquirido mayores proporciones. Ocurrió el día siguiente del Año Nuevo y la tradicional celebración del santo de los «Manueles» y su consiguiente resaca provocó la inasistencia al trabajo de muchos mineros que salvaron así su vida.

En el concurso de canción asturiana que organizó el diario «Región,» en 1951, en una de las eliminatorias para actuar en el Salón Babel estaba citado Manuel Barbón, un buen cantante de Blimea que no pudo asistir por estar enterrado por un accidente del que sobrevivió. Una de las causas más justificadas de ausencia que registró aquel certamen que fueron muchas. Barbón actuaría en una eliminatoria posterior una vez recuperado.