Parece una marca de calidad y promoción. Pero nada más lejos de la realidad. Esa sensación es la que llevan en mente los animosos miembros de la Sociedad Cultural y Gastronómica La Pegarata de Pola de Laviana. Siempre me lo recuerdan y estimulan para que lo exprese a los cuatro vientos y al universo del turismo y la gastronomía de aquí y de allí lo sepa directamente. Y es verdad.

En cualquier tertulia, encuentro, reunión o viaje cultural, este colectivo sitúa su acción de referencia en ese territorio marcado por el Nalón infante, las montañas colindantes, los valles infinitos, los angostos desfiladeros, el toque ecológico de parque natural y sujeto a los ayuntamientos de Laviana, Sobrescobio y Caso. Y ahí en ese predicamento y mención popular es donde se observa, sin pretenderlo, la marca de calidad geográfica que los contertulios reciben de los continuos mensajes.

Todo esto se comprobó en el reciente viaje cultural y amistoso a tierras gallegas donde los miembros de este colectivo desgranaron en las diferentes visitas realizadas. Así, en el recorrido visual y directo por la centenaria conservera Valcárcel de Vigo, se habló del alto Nalón, de sus moradores, de sus caminos, de su gastronomía, de su esencia medioambiental, de sus bartolos, de su queso casín, de sus carnes vacunas, de sus corderos a la estaca y del sentimiento de sus habitantes. Todo ello dentro de la reciprocidad animosa de los hospitalarios gallegos. Tanto en la factoría pesquera como en el restaurante Marina Davila, el tiempo vivido entre selección de los productos, manos femeninas, mejillones, sardinillas, zamburiñas en salsa de vieira o ventresca de bonito, convirtió ese espacio ambiental en una tertulia compartida con la excelencia, el estilo y locuacidad del propietario de la conservera Ignacio Valcárcel, la buena estrella de la relaciones públicas del establecimiento, Isabel de Comiges, Chiña, y la prudencia y la nobleza de Evaristo Paradelo. Y La Pegarata, sin quererlo, otra vez inundando el ambiente de evocaciones hacia el alto Nalón. Las Rías Baxas, el albariño y esa desgarrada hopitalidad pontevedresa ya saben y disfrutan de óptima amistad y sentido de la concordia y las buenas relaciones comunitarias. A eso se llama hacer promoción y encontrar el buen camino del conocimiento y la pública amistad. Y en Crecente, en la desembocadura del Miño y cercanía con Portugal, más de lo mismo. El amigo José Luis, propietario de la reconocida bodega Morgadío, un albariño fresco y en perfecta vinificación, ofreció lo que le gusta y sabe llevar a efecto. Recibir con su severa hospitalidad a gentes enfrascadas en el territorio de la gastronomía y el turismo, con el efecto por encima de todo. Vides limpias tras la vendimia y una bodega a prueba de revista, más golpes sabrosos de lamprea rellena, empanadas gallegas, ribeiro Gran Reboreda y el propio de la casa para saborear lo que produce la tierra nutricia.

Un trabajo de años, de conciencia, de creer en lo suyo, de esfuerzo, de sentido común, de ánimo, de colectividad, de calidad, mercantilismo y proyección. Y en esta acogedora bodega, una de las mejores del universo albariño, se volvió a pensar en el alto Nalón. Y en plena tertulia se demandó la necesidad de aprender de las buenas ideas gallegas y de los gallegos. Poco a poco se van haciendo un hueco decisivo en la estupenda y sobresaliente agenda agroalimentaria nacional. Y en O Recuncho, en Viveiro, el pulpo a feira alcanzó una buena nota de cata cargada de calidad organoléptica, al igual que el trato hostelero de sus propietarios Chelo y Paco. ¿Y por estos pagos del alto Nalón? Siendo sinceros y objetivos, Galicia es mucha calidad.