Hizo un año que el movimiento del 15-M surgió por acción de las redes sociales y espontáneas convocatorias en diferentes plazas públicas de innumerables ciudades y pueblos de España. El despliegue de personas que lo caracterizó hizo que su eco alcanzara a los medios de comunicación, aunque unos con más ganas que otros. Lo más sorprendente de la situación fue cómo algunas organizaciones de izquierdas los despreciaron en su inicio y luego intentaron monopolizar el movimiento. Ahora, se expresan afinidades con el 15-M y existen acercamientos en diversos puntos. Desde los sindicatos llamados mayoritarios se mantiene una prudente distancia, cuando no rechazo.

Las reuniones que se mantuvieron en asambleas multitudinarias fructificaron en una serie de propuestas y reclamaciones que se publicitaron en las plazas públicas, siendo Internet y las redes sociales el hábitat natural del 15-M. Aquellas propuestas, que no están ni mucho menos periclitadas, fueron de gran variedad. Hoy, a diferencia de hace un año es su concreción en cinco puntos: ni un euro más para rescatar a los bancos; educación y sanidad públicas de calidad; no a la precariedad laboral, no a la reforma; por una vivienda digna y garantizada y renta básica universal. Es un «programa» de mínimos, desde el que se intenta contrarrestar la ofensiva lanzada vía Unión Europea, y asumida, sin más, por el gobierno del PP completamente sumiso a los «mercados», de la mano de Rajoy que está imponiendo unas reformas que nunca había mentado en su programa electoral. Se trata de cinco puntos que llamaría yo higiénicos, y que su radicalidad aparente es debido a la barbarie económica y social desencadenada contra la gran mayoría de la población española desde mayo de 2010 y que ahora se muestra con más virulencia.

Propuestas que no encontrarán respuesta. Y no la habrá porque abordar estas y otras cuestiones significaría afrontar cambios reales y profundos en esta insolente y obscena sociedad capitalista.

Uno, en su humilde conocimiento del devenir social, sabe que todo poder político aspira a perpetuarse, de tal manera que los posibles cambios que lo puedan mover son extraños al mismo, siendo inmediatamente frenados con innumerables triquiñuelas. Y si en algo ceden, es para que al final se haga buena la máxima lampedusiana. La historia de las sociedades nos cuenta que ante cualquier tentativa por transformar la sociedad, sea mínimamente, los detentadores del poder han reaccionado con violencia. Una violencia que a través del tiempo se ha ido perfeccionando para que parezca que no es tal. Así, después de los primeros momentos de sorpresa, el movimiento 15-M fue visto muy hostilmente por parte de los poderes públicos. No podía ser de otra manera. Y se optó por la vía represiva. Pero no la del palo, que también, sino otra más sutil y sofisticada: ignorar al 15M y todo lo que se mueve a su alrededor.

El 15-M, se queda arrinconado en su área. Se enfrenta a un mundo hostil que lo ignora. Juega en minoría. El equipo contrario, sus oponentes, tiene una apabullante troupe de medios y personas, además de dinero que se encargarán sino de vencer, ya que no les interesará, sí de narcotizar a la población respecto a las justas propuestas del movimiento de mayo. Todo ello es posible porque existe la colaboración, de una parte de la población, que desde el sofá contempla la vida pasar y sólo « su casa, su misa y su María Luisa» es lo que le interesa es, en fin, esa persona que vota cada cuatro años al candidato o candidata de los otros para echar al que gobierna. Están, por supuesto, en su derecho.

No sé si habrá pasado el tiempo para el 15-M. Eso, se verá en un futuro. De momento, y poco a poco, personas afines y militando en él han logrado evitar numerosos desahucios de familias que no podía pagar la hipoteca de sus pisos. Además de poner los mimbres de un futuro más esperanzador. Y eso, amigos, no es poco.