En resumidas cuentas, el 60% del presupuesto se va en pagar pensiones, paro y la deuda que arrastramos, que nos cuesta la friolera del 29.000 millones de euros sólo en intereses y que debería hacer que nos replanteáramos este desquiciado sistema en el que estamos atrapados. El dinero que queda para impulsar la economía productiva es una miseria. Y para investigación y desarrollo, o lo que se lo mismo, aquello que sienta las bases del futuro, migajas.

Pero, ¿qué se puede hacer para voltear esta enfermiza proporción? Podríamos comenzar por suspender el pago de los intereses, que nos están comiendo. No estaría mal de no depender absolutamente de la deuda, del dinero prestado, para subsistir. Y si dejáramos de pagar los intereses comprometidos, los inversores no podrían ni un duro más. Porque, pensémoslo bien, hemos creado un monstruito de tales dimensiones que no somos capaces de mantenerlo con lo que producimos, que cada día es menos, y ello hace que necesariamente debamos pedirlo prestado. Así que, si queremos financiar todo lo demás, nos toca tragar con los intereses.

También se podría probar a recortar las prestaciones por desempleo y dejar a los cinco millones de parados a dos velas. No parece muy prudente la medida, por motivos obvios. A lo mejor funcionaba en un país con posibilidad de emplear a todos los demandantes, pero España no es ese país. Ni lo será. Ni sacando a la luz toda la economía sumergida veríamos unos números presentables en las estadísticas de paro.

Pues sólo queda una solución, que ya insinué hace tiempo, y que tiene pinta de ser la única válida. Manteniendo que todo pensionista tiene derecho a cobrar, no hay más remedio que morirse ordenadamente, pero ligerito. Es un gesto patriótico que sabremos reconocer las siguientes generaciones, que hoy tememos que nos vamos a quedar a verlas venir cuando nos toque cobrar. Hay que evitar aferrarse a la vida hasta los noventa y tantos, como si no costara, gastando medicamentos, saturando consultorios y hospitales. Total, ya han visto todo lo que había que ver. Disfruten un poquito del retiro, un par de viajes del Imserso y, hale, para el otro barrio. Que allá no hay crisis.