Lada (Langreo),

Marta RODRÍGUEZ

Hortalizas que ayudan en el tratamiento del alzhéimer y otras demencias. Bajo esta premisa, el centro de día de Lada, especializado en el tratamiento de estas dolencias, puso en marcha hace ya tres años un huerto y un jardín terapéuticos con el que han logrado importantes avances. La iniciativa se desarrolla gracias a la ayuda de vecinos, amigos y voluntarios, aprovechando las zonas verdes del centro. Además, el cultivo de las hortalizas no resulta extraño para los usuarios del centro, por que «es algo que hemos hecho durante toda nuestra vida».

José Luis Suárez es el psicólogo que se encarga del grupo de pacientes. «Ellos hacen todo el trabajo, aunque se van rotando», explica y destaca la importancia de esta práctica como terapia «porque les ayuda a recordar cuando trabajaban en sus huertas». Algunos de estos usuarios son tan expertos en la materia que «nos hacen comentarios sobre si la tierra está muy seca o si el sembrado está para recoger», apunta el psicólogo. En total, son 28 los pacientes que utilizan el huerto y jardín terapéutico que ayuda en las labores de psicoestimulación. Además, según afirma la terapeuta ocupacional del centro, Aris Fuente, «también se sienten productivos. Muchos de ellos no pueden ya cocinar, ni llevar a cabo actividades por sí mismos. Éste es el único momento en que se sienten útiles y les ayuda para su autoestima».

El equipo del centro de día de Lada está formado por la directora, el psicólogo, una terapeuta ocupacional y seis auxiliares. Todos, sin excepción, ayudan a los pacientes a la hora de plantar las lechugas, las berzas, los tomates o las fresas que después recolectarán. También se ocupan del cuidado de un jardín que cuenta con flores y hierbas aromáticas. Este espacio también juega un papel fundamental en la estimulación de algunos de los usuarios. «Las personas que tienen un deterioro más grave y no pueden participar en las actividades manuales, usan las flores y hierbas para estimular el olfato. Otros, las recogen y guardan en botes que después pueden oler», explican en el centro de día.

La accesibilidad es otro aspecto a tener en cuenta. «Las jardineras de las flores están hechas por voluntarios y vecinos. Tienen dos alturas, una parte más baja para que los que necesitan silla de ruedas puedan acercarse y regarlas; mientras que por el otro lado está más alto para los que están de pie no tengan que agacharse en exceso», señala Aris Fuente. Lo mismo ocurre con los huertos, que también están a diferente altura. Todo está cuidado, hasta la altura de los bancos, que «están elevados porque así es más sencillo sentarse y levantarse», apunta la terapeuta.

El centro está abierto de diez de la mañana a cinco de la tarde. «Nada más abrir, realizamos una sesión previa de orientación y, quince minutos más tarde, ya estamos en la parte exterior», relata el psicólogo. Además, y si el tiempo lo permite, los usuarios comen allí. «Todo lo que recolectan se usa en el menú semana del centro e, incluso, hay quien se lo lleva a su casa». Los usuarios están encantados con la iniciativa: «Nos gusta mucho», dice uno de los pacientes, mientras que otra usuaria afirma que «hago de todo lo que puedo». La experiencia es más que enriquecedora.