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Historias heterodoxas

Manuel Mejido Tejón, el cronista del siglo XX

De padres alleranos, está considerado por la revista "Time" como uno de los mejores periodistas de México y sigue viviendo y trabajando en la capital del país azteca

Manuel Mejido Tejón, el cronista del siglo XX

El 4 de mayo de 2012, el rector de la Universidad Internacional de Cuernavaca reconoció oficialmente ante las autoridades académicas en el Teatro Ocampo al periodista Manuel Mejido como "Ciudadano del Mundo". A esta ceremonia, que se sumaba a su interminable lista de premios y galardones, asistieron su esposa Estela Hernández, sus hijos Estela, Luisa Fernanda, Marisol y Manuel Carlos, sus nietos, amigos y compañeros de profesión, como suele ser habitual en estos casos, pero llamó la atención la presencia de muchos jóvenes estudiantes de periodismo y comunicación llegados desde otras universidades mexicanas.

La explicación estaba en la talla profesional del galardonado: Manuel Mejido es uno de los pocos reporteros de "pata negra" cuyas opiniones sobre la política, tanto de su país como internacional, siguen teniéndose en cuenta por su rigor y su acierto. Lo avalan ya 60 años de buen quehacer y una técnica impecable, adquirida página tras página desde que se inició como cronista taurino en la revista "Claridades". En aquel momento de juventud ya sorprendió con lo atinado de sus comentarios, pero lo tenía fácil ya que los toros siempre han sido una de sus aficiones más queridas.

Manuel Mejido Tejón nació en 1932 en Tierra Blanca, un municipio del estado de Veracruz, aunque sus dos apellidos denotan que sus raíces están en el concejo de Aller. Sus padres -primos y casados por poderes- eran de Felechosa. Luciano fue uno de aquellos asturianos que emprendieron la aventura de "hacer las Américas" y a principios del siglo se embarcó en 1907, en Gijón, con destino a Cuba, aunque el destino lo llevó hasta México donde se convirtió pronto en uno de los empresarios más prósperos de aquella tierra, llena de oportunidades, pero también de violencia.

Generosa, su mujer, llegó a su lado en 1924, poco después de la muerte de Pancho Villa. Allí regentaron un gran establecimiento, donde se vendía de todo al estilo de los modernos supermercados, al tiempo que llevaban la representación de varias marcas de prestigio. Pero su riqueza atrajo también a la fatalidad, ya que fue la razón del secuestro y el posterior asesinato de Luciano en un episodio rocambolesco que vale más olvidar y que acabó dejando a la familia casi en la ruina.

Manuel era entonces un niño que acudía a la escuela con aprovechamiento, lo que le permitió estudiar para químico metalúrgico, algo que quedó en una simple anécdota porque su pasión siempre fue el periodismo y lo dejó todo para cumplir su sueño: trabajar en el Excelsior, considerado entonces como uno de los mejores cinco diarios del mundo.

Por fin lo consiguió, después de pasar por varias redacciones, y en el invierno de 1957 recibió su primer encargo internacional. Debía entrevistar nada menos que a Nikita Jrushchov, el presidente de la Unión Soviética que vivía entonces un momento muy delicado en sus relaciones con Occidente. Aquel encuentro le costó llamadas telefónicas y hasta 136 telegramas, hasta que se presentó en Moscú sin conducto oficial y llevando solo 20 dólares en el bolsillo?, a la vuelta trajo con él un reportaje que hizo que su nombre empezara a sonar entre la prensa mexicana.

Después de Jrushchov ya vinieron una infinidad de reportajes que lo confirmaron como uno de los testigos indispensables para entender el siglo XX: estadistas como Alejandro Kerensky, el hombre que había derrocado al Gobierno de Nicolás II y que fue uno de los últimos supervivientes de los sucesos de 1917; Dwight Eisenhower o Ronald Reagan, siendo gobernador de California; Tarek Aziz, mano derecha de Sadam Husein, que lo acompañó por Irak cuando Mejido preparaba el libro "Los amos del petróleo"; Ben Gurion, uno de los fundadores del Estado de Israel; el Sha de Irán; artistas como David Alfaro Siqueiros; escritores como Pablo Neruda -con quien mantuvo una buena amistad personal-; Jean Paul Sastre; Gabriel García Márquez o Henry Miller. Hasta los dirigentes de la Iglesia católica como el Padre Arrupe, el llamado "Papa negro", y el Pontífice Pablo VI le contaron sus cosas.

Manuel Mejido, cronista de acontecimientos fundamentales en la historia contemporánea, ha contado a sus lectores la Revolución Cubana, la liberación de Argelia, la Guerra de los Seis Días, y sobre todo el golpe de Estado del general Pinochet en septiembre de 1973; la noticia que le dio a conocer en todo el mundo, pues fue el único que logró burlar el control militar para transmitir lo ocurrido en directo desde la capital de Chile, completando su información con una entrevista a la viuda de Salvador Allende, doña Hortensia Bussi, cuando venía de enterrar a su marido.

Esta información del periodista mexicano, que fue recogida después por las Agencias Télam y Associated Press, y repetida por el diario Herald Tribune y los principales informativos americanos antes de correr por todo el mundo, se maneja hoy como una fuente historiográfica indispensable para interpretar lo que ocurrió en aquellas jornadas.

Su intensa vida está llena de anécdotas sabrosas: en una ocasión se hizo pasar por camarero para poder entrar en la habitación que compartían Liz Taylor y Richard Burton, en el Hotel María Isabel Sheraton durante el rodaje de "La noche de la iguana". Aunque seguramente su peripecia más curiosa es la que protagonizó junto al pintor más famoso del siglo XX. La publicó el diario El País con motivo del lanzamiento del coche "Citroën Xsara Picasso" y no nos resistimos a volver a contársela ahora.

En agosto de 1958, el periodista había conseguido cita para una entrevista con el artista malagueño en la villa "La Californie", de Cannes, que fue su residencia y su taller hasta 1961. Una vez más hizo valer su ingenio, identificándose como representante de los republicanos españoles de Ciudad de México, sabiendo que esta identidad le abriría las puertas de la casa.

Mejido estaba entonces en París y, como su economía no era muy boyante, tuvo que pedir un vehículo prestado para viajar hasta la Costa Azul -un viejo Citroen-, además se dejó acompañar por dos estudiantes colombianos y una chica francesa, que pagaron la gasolina y los gastos a cambio de la promesa de que también podrían hablar con el artista.

El concertado para las once de la mañana tenía prevista una duración de 15 minutos; desde el principio el pintor, reacio a la prensa, se interesó por la personalidad del mexicano y su relación con la Embajada, luego pasó a responder sus preguntas en el jardín de la casa. El periodista contó después que todo fue muy extraño: Picasso -cosas de la genialidad- entraba y salía con máscaras en la mano y a veces emitía sonidos guturales: "buuu, buuu" o "cuá, cuá, cuá"; hasta que de repente se fue mientras los invitados se quedaron esperando sin saber lo que debían hacer.

Dos horas más tarde, volvió fingiendo un enfado: "¿Acaso no tienes nada que hacer? Yo trabajo siempre. Hasta dormido sueño con el color, los tonos, las líneas, la composición de un cuadro" y los mandó salir a la calle.

Pero en el exterior apareció la sorpresa: Picasso había pintado sobre la carrocería azul del vehículo varios motivos con pintura blanca. "Las guirnaldas de la paz", le dijo.

"Maravillosas", repuso Mejido, dándose cuenta del valor de aquel diseño, "pero están sin firma".

"¿Qué quieres, la pintura de Picasso o la firma de Picasso". "Las dos, maestro; hacen la mejor combinación"

Dicho y hecho. Aunque, como la necesidad apretaba, en cuanto llegó a Paris el reportero vendió el coche firmado a una galería de arte por 6.000 dólares de entonces, de los que entregó 1.000 al dueño del vehículo, que no exigió más explicaciones.

Manuel Mejido Tejón está considerado por la revista "Time" como uno de los mejores periodistas de México y sigue viviendo y trabajando en la capital del país azteca. Hace pocos años quiso conocer la tierra de sus padres y estuvo en Felechosa; entonces quedó tan emocionado que prometió volver y posiblemente lo haga porque su inquietud no disminuye con los años.

En la actualidad, sus libros se encuentran en las bibliotecas de las principales universidades e incluso uno de ellos, "México Amargo", del que se cuenta que sirvió de inspiración al subcomandante Marcos para la insurrección de Chiapas, lleva ya 18 ediciones y es de lectura obligada en el programa de formación de los nuevos reporteros. También su sentido ético de la profesión, que lo llevó en varias ocasiones a rechazar sustanciosas ofertas para no traicionar sus compromisos editoriales, lo coloca casi en la leyenda.

Es muy difícil resumir la vida de este hombre, aunque hay quien lo hecho en un solo apelativo calificándolo como un personaje de mil mundos. Les confieso que he tenido la fortuna de hablar con él antes de escribir esta página y me he encontrado al otro lado del móvil con una persona sencilla y encantadora, como solo saben serlo los grandes maestros. Mi gratitud y mi respeto.

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