Frustración, ira, tristeza, miedo. Sin medida y fuera de control. Es lo que siente un niño pequeño cuando sufre una rabieta emocional. El acelerado ritmo de vida actual, la incomprensión y el enfado de los papás hace que, en ocasiones, sea muy difícil manejarlas. La concejalía de Infancia y Juventud del Ayuntamiento de Mieres, en colaboración con la Asociación de Madres y Padres (AMPA) de alumnos de la escuela de bebés Les Xanes, organizó ayer una charla de la psicóloga y formadora Ana Moro. Ofreció una guía sobre cómo afrontar los berrinches de los pequeños de la casa. Hay tres claves: identificar el tipo de rabieta, encontrar la "necesidad profunda" y aprender a decir "no".

"Identificar el tipo de rabieta". Una propuesta de Ana Moro que, en un primer momento, desconcertó a los padres. Y es que no todas las rabietas son iguales: "Está la rabieta emocional y la rabieta operante". Cuidado con esta segunda: es la que busca una recompensa. "Es más común entre niños más mayores, pero puede darse en cualquier edad. Los niños son expertos en sus padres", afirmó Moro.

El niño que no come lo que no le gusta porque sus padres no aguantan más gritos. O el que consigue un juguete para que deje de llorar. En estos casos, destacó la psicóloga, ya es necesario una intervención específica para desmontar esos "castigos" de hijos a padres: "Hay que hacer un proceso de involución, que desaprendan esa lección de que llorando conseguirán lo que quieren".

Las rabietas emocionales, en cambio, son una manifestación de un sentimiento que el pequeño no puede manejar. "Es como cuando un adulto se enfada en el trabajo, pero el adulto tiene las herramientas necesarias para manejar la ira y la frustración. Cuando hablamos de bebés o niños, es como si estuvieran aprendiendo a conducir", explicó Ana Moro. No saben tentar el embrague emocional.

Así que berrinche. Y a gritos. Las prisas, el trabajo, mil obligaciones, las compras... El ritmo de vida actual impide que, en ocasiones, los papás y las mamás mantengan la calma. "Paciencia", es el primer consejo de Moro para afrontar una rabieta. Diálogo, lo más calmado posible, para resolverla. "Cuando el niño está así es porque siente un montón de emociones que no sabe gestionar. Hay que saber por qué las está sintiendo", señaló la psicóloga. Es lo que se conoce como "necesidad profunda": querer disfrutar más de los papás, estar cansado, echar de menos a un amigo. Es entonces cuando el adulto tiene que ponerse en la piel del pequeño: "Si, por ejemplo, el niño quiere estar con nosotros en lugar de ir a la guardería hay que explicarle que mamá y papá tienen que trabajar". Y con actitud: "Nada de decir 'qué más quisiera yo que quedarme en casa'. Hay que explicarles que se va a trabajar para luego comprar un helado el sábado, por ejemplo, o que al llegar a casa haréis juntos un bizcocho".

¿Y qué pasa cuando un "no" es el que causa la rabieta? En este punto, la psicóloga destacó que "a veces decimos muchos 'no' y aplicamos muy pocos". Así que, cuando los papás dicen "no", tiene que mantenerse. Es importante dar libertad al niño para que explique que no está de acuerdo. Una buena forma de rebatirlo es comenzar con un "te entiendo, pero...". Explicaciones cortas y claras, pero sin perder la dulzura y respetando el ritmo del niño.

Los límites, tan denostados por algunos movimientos que abogan por una crianza más libre, son necesarios. "Siempre que estén bien elegidos, dan seguridad", matizó Moro. Y no deben ser excesivamente rígidos. Cuidado, añadió la psicóloga, con la democracia excesiva: "Hay que escuchar lo que el niño quiere, tenerlo en cuenta siempre que sea posible, pero la última palabra en una decisión es de un adulto". De lo contrario, "se sentirán solos. Si duda el capitán del barco, ¿quién nos salva si se hunde?".