En la década de los 90, la lacra de la droga penetró como un afilado cuchillo en el corazón de la sociedad. La heroína, el "caballo", era entonces el veneno que corría por las calles como la pólvora y que se encargó de destrozar muchos sueños y a muchas familias. Con la vocación de ayudar a todas esas personas que, por unos u otros motivos habían caído en desgracia, nació en Mieres "Proyecto Hombre". Lo hizo en la antigua Casa Rectoral. Un edificio que ha albergado a esta asociación durante los últimos 22 años. Ayer, responsables del centro, voluntarios y usuarios dieron su adiós a este enclave. Dentro de unos días se trasladarán a la Casa Duró, un antiguo centro de arte que se transformará en un hogar donde "ayudar a personas a tener una vida mejor".

Si una palabra define lo que ayer se vivió en la antigua Casa Rectoral es emoción. Agradecidos abrazos de usuarios a sus terapeutas, a los voluntarios con los que han compartido programas, lágrimas y sonrisas, y con los que han afrontado un problema tan grave como la drogadicción.

"Llevo ya tres ingresos en Proyecto Hombre, pero esta parece la definitiva. Llevo ya tres años limpio". "Ahora estoy fenomenal, porque me ayudan con programas y actividades. Hacemos cocina, informática...", Es el testimonio de Kike García, un mierense de 51 años que hace tres lustros se estrelló con las drogas. "Es muy difícil afrontar una situación como la drogadicción", dice, para reconocer que "ahora estoy pagando la politoxicomanía, pero me han ayudado mucho". Como momentos más duros recuerda sus recaídas, pero la parte buena de la balanza la ponen los trabajadores y voluntarios. "Nos tratan casi como a hijos", afirma un emocionado Kike García.

Precisamente en el grupo de voluntarios de Proyecto Hombre está María del Carmen Cantalapiedra. Hoy tiene 80 años y sigue al pie del Cañón. "Me prejubilé para cuidar a mi madre, y cuando ella falleció, vi en el periódico que la asociación venía a Mieres y decidí emplear mi tiempo en ayudar a los demás", cuenta esta mujer, natural de Ujo. Como era jubilada de la banca, comenzó como tesorera, pero luego fue ampliando competencias. "Acompañaba a madres, organizaba eventos...", rememora Cantalapiedra, cuyos recuerdos más duros son de gente que se quedó por el camino sin poder superar su adicción.

"Nos da mucha pena cerrar esta puerta, pero se abren nuevos retos", señala Juan Antonio Álvarez, director del centro. Y es que en la Casa Duró se pondrá en marcha iniciativas de prevención con menores, que van desde las drogas a la adicción tecnológica. También estuvo en la clausura de la Casa Rectoral, Luis Manuel Flórez, "Floro", presidente de Proyecto Hombre Asturias.

Más de 2.400 personas han recibido atención en los últimos 22 años en la Casa Rectoral. La Casa Duró abre ahora sus puertas a un nuevo futuro lejos de las drogas.