Para el común de los lectores en castellano, la estadounidense Joy Williams (1944) mostró sus credenciales hace poco más de un año con Los vivos y los muertos, una memorable incursión en la América profunda de la mano de tres adolescentes que deambulan entre el más acá y el más allá. Williams, toda una maestra de la narración, se había dado a conocer bastantes años atrás, allá por 1973, con una opera prima, Estado de gracia, que al año siguiente se convirtió en finalista del National Book Award, lo que le valió el honor de ser derrotada por El arco iris de gravedad, de Pynchon. Estado de gracia orbita en torno a una mujer que, en años en los que el feminismo y el ecologismo se sitúan ya en el primer plano del combate social, vive lastrada por la presencia de un padre salido de las cavernas de la Historia. Odisea personal hacia un destino inevitable, a la vez que metáfora de dos Américas en lucha perpetua, Estado de gracia es un billete sin fecha de caducidad al núcleo duro de la mejor literatura anglosajona.