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La posibilidad de una lectura en distintas claves

Los subempleos de porquería. Un día, un supervisor le patea el culo. Nuestro héroe le rompe la nariz de una cabezazo. Despido y amenaza de demanda. Desesperación. Le llega una propuesta de lo suyo, de especialista en recursos humanos. Se extraña (ya cumplió los 60), pero se ilusiona. Giro argumental. El posible empleo pasa por una extravagante propuesta: una toma de rehenes (repugnantes directivos de una empresa, "cadres noirs"), para que a los aspirantes al puesto se les pueda "examinar en su capacidad para examinar". Nuevo giro de la trama. Delambre en la cárcel, el infierno: le rompen los dedos. Otro giro: el acosado se convierte en acosador. Consigue salir libre. Desconcierto familiar. Más giro: Delambre esconde muchas cartas. Internet (la web como "el inconsciente de las sociedades occidentales") acude en su ayuda. Y un amigo friki. El malo más malo, un esbirro de los poderosos, parece que va a acabar con él. Añádese giro. Persecución en coche. Se muestra la verdadera cara de un "cadre noir" (un empleado que trabaja gratis: "el sueño del capitalismo"). Nuestro hombre se defiende: "No soy un gánster, joder, ¡solo intento sobrevivir!". Frases tan enigmáticas como potentes: "Cuando el leñador entre en el bosque con su hacha al hombro, los árboles dicen: el mango es de los nuestros". Apoteosis final con nuevos giros. Apacible final.

Por lo tanto, el lector puede escoger entre varias claves: (1) leer Recursos inhumanos como una feroz andanada contra el capitalismo despiadado (pleonasmo); (2) leerla como una novela de intriga, giro tras giro, nada es lo que parece; (3) verla como una apología de la acción directa, primera línea, a las barricadas para liberarse, la lucha final; (4) tenerla por un ejercicio exprimidor de todas las posibilidades que un tema (la opresión laboral, el crimen laboral) ofrece; (o 5) la suma de todas ellas. Así pues, éxito asegurado, excelentes augurios comerciales a Recursos inhumanos. Porque Lemaitre es un maestro (perdón, por fin, por el juego de palabras fácil) en el arte de girar la acción como anzuelo para quien lee: hacia la sorpresa, hacia el sobresalto, hacia los malentendidos de un Hitchcock, hacia el lugar donde pasan cosas que merece la pena contar. Con las concesiones baratas que se quieran, sí. Pero la novela funciona. Aunque ya tenga siete años (en Francia) y los tiempos corran que es una barbaridad.

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