Gijón, Nacho AZPARREN

El brazalete en su brazo izquierdo tras la salida de Míchel le otorga a los ojos del público un estatus que ya tenía dentro del vestuario. La de Diego Castro es una de las opiniones más respetadas dentro de la plantilla sportinguista y, quizá por eso, su valoración del «caso Michu» tenga una especial relevancia. El extremo se pone en la piel del jugador ovetense cuando se le pregunta sobre su decisión de no vestir la zamarra rojiblanca. «Si Michu no ha querido venir al Sporting, tendrá sus propios motivos, él es libre de elegir. Sinceramente, espero que tenga más oportunidades de llegar a Primera División, pero es cierto que el tren pasa pocas veces. Los que hemos subido a Primera con el Sporting, después de tanto sufrimiento en Segunda, lo sabemos muy bien», explica.

No es el gallego un jugador de tópicos. Su facilidad en la oratoria y sus respuestas sinceras hacían obligatoria la pregunta: si recibiera una gran oferta del Real Oviedo, ¿jugaría con los azules? «En ese caso cerraría las puertas. Una vez que te sientes sportinguista sería imposible, por lo menos, para mí», contesta el interior, que no deja pasar la oportunidad de bromear con el pasado interés del equipo carbayón en fichar a su padre, el entrenador Fernando Castro Santos. «Cuando salió lo de mi padre, relativamente me estaban haciendo una faena a mí», relata el gallego con una sonrisa.

Cerrado el capítulo del frustrado traspaso de Michu, el gallego ya espera con ansia el duelo ante el Racing, pero antes deberá superar otro obstáculo. Si en anteriores semanas era una fascitis plantar la que le impedía ejercitarse al cien por ciento, ahora es un tendón el que le da la lata. La dura entrada de Reyes en el Vicente Calderón le hizo retirarse del terreno de juego en camilla. Afortunadamente, todo quedó en un susto, y su recuperación va por buen camino. «Hoy», por ayer, «ya he podido trotar, y me encuentro mucho mejor. Al ser un golpe en el nervio tarda más en recuperar, pero hay que ir con calma», comenta el gallego, que prefiere no marcarse una fecha concreta para su recuperación: «Es la primera vez que tengo una lesión en el nervio, así que no sé cómo evoluciona, Si fuera una contusión, sí sabría cómo está». Así, su aparición en el once inicial frente al Racing es una incógnita. «Con este técnico tienes que entrenar con el grupo durante la semana si quieres jugar el domingo de inicio, y me parece justo. Esperaremos hasta última hora para ver cómo evoluciona», analiza Castro.

Su última demostración en el Calderón dejó dos cosas claras: que es el jugador más en forma del Sporting y que su habilidad para tirar penaltis, que lo avalaba antes de llegar al club, ha salido a la luz después de cuatro años. «Cuando el árbitro señaló el penalti estaba con confianza y decidí tirarlo, pero no quiere decir que tenga que lanzarlos todos. El entrenador también decide, y comprendo que en ocasiones le dé confianza a un delantero con los penaltis, porque es el principal encargado de hacer goles», relata. Los goles -seis hasta la fecha- han hecho que su labor se vea cada vez más rercompensada. Diego Castro está en un momento dulce, y él lo sabe. «Puede decirse que éste es mi mejor momento en el Sporting. Van pasando los años y poco a poco he ido creciendo: éste es mi segundo año de experiencia en Primera, me están saliendo bien las cosas y el equipo está en una zona tranquila», reflexiona el gallego.

El Sporting necesita de la victoria el domingo para alcanzar los 27 puntos. Para tal objetivo, le harán falta los quiebros y goles de Diego Castro. Siempre que el golpe en el tendón lo respete.