Triste final para una visita donde la afición gallega dejó como última imagen un cántico cerrado de apoyo al Oviedo tras su dolorosa eliminación. Enésimo ejemplo de que la violencia carece de la más mínima lógica.

Pero, siendo justos, no todo en la jornada fue vandalismo y escándalo. Las horas anteriores al pitido final no habían tenido nada que ver con el desagradable desenlace. La fiesta del fútbol fue total. Desde primera hora de la tarde, los aficionados oviedistas se agolparon en los aledaños del Nuevo Carlos Tartiere para ir entrando en calor. No había balcón en la ciudad que no estuviera engalanado con los motivos azules.

Los que tardaron algo más en llegar fueron los aficionados visitantes. Los seguidores del Pontevedra eligieron Gijón para disfrutar las horas previas al choque y no se desplazaron a Oviedo hasta dos horas antes del partido. Los hosteleros de Oviedo sufrieron las mayores consecuencias de la decisión, viendo cómo un importante contingente de clientes evitaba la capital del Principado hasta última hora. Así ocurrió en la sidrería Los Avellanos, que contó con los habituales clientes de la ciudad que dieron color a un tarde especial.

Cuando apenas quedaba una hora para el comienzo del encuentro la grada presentaba un aspecto sensacional. Con la afición visitante recién asentada en lo alto del fondo sur la guerra de cánticos no se hizo esperar. Como era de suponer, la animosa afición carbayona ganó por goleada, desconocedora de que sería su única gran victoria de la jornada. La tendencia se mantuvo durante todo el partido, con los momentos álgidos de las expulsiones visitantes y el gol de la esperanza de Perona como momentos mágicos de la tarde. Los últimos minutos fueron épicos. El rugido de la grada intentó llevar en volandas a un equipo que fue incapaz de remontar.

Pero todo se torció cuando el pontevedrés Igor recibió el balón en el área y, tras deshacerse de la zaga local con suma facilidad, chafó las últimas esperanzas azules. El sueño se había convertido en pesadilla y los violentos se encargaron de demostrarlo.