Mucho se ha escrito sobre la victoria nacional en el Mundial de Sudáfrica. Como testigo directo de esa hazaña futbolística he sacado una serie de lecciones aplicables a nuestro querido Real Oviedo.

Equipo, equipo y equipo. Y por «equipo» se ha de entender desde el delantero centro al último en nómina del club.

Objetivos definidos y compartidos. Todos los miembros del equipo han de anhelar el objetivo de la temporada, en este caso lograr el ascenso. Todos han de trabajar por la consecución del mismo, alejando del día a día todo tipo de problemas que distraigan del esfuerzo para alcanzar el objetivo.

Ausencia de egos y deseos de protagonismo. Tras la final de Johannesburgo Ángel María Villar y Jorge Pérez, máximos responsables de la RFEF, dieron una modélica lección de saber estar al ceder el protagonismo a los verdaderos artífices de la victoria: los jugadores. Los directivos y aficionados no deben ser la noticia de la prensa deportiva.

Implicación emocional de la afición con el equipo. Nadie puede negar que tanto en la Eurocopa que ganamos como en este reciente Mundial la selección nacional ha contado con el apoyo incondicional y abrumador de todos. Los problemas entre afición y directiva parecen que ya están cerrados, pero sería de agradecer que no se volvieran a abrir las viejas heridas. Todos debemos ir en una misma dirección.

Humildad. El Real Oviedo es un histórico del fútbol español. Ahí están los anales y las hemerotecas, pero ese hecho no quita para que ahora mismo seamos un equipo de segunda B como tantos otros, peleando por una dificultosa plaza en la división de plata. El Real Oviedo no es mejor que nadie a priori, sino que lo ha de demostrar cada partido sobre el césped. España siempre fue la eterna favorita y siempre nos volvíamos en cuartos. Cuando salimos respetando al rival, no se cometen errores por confiar demasiado en la hipotética debilidad del contrario.

Juego limpio. España dio una auténtica lección de buen hacer a lo largo de todo el Mundial. Nunca apostamos por el juego marrullero y rudo. Además, los chicos, en la final, mantuvieron el tipo ante los intentos claros de los holandeses por desestabilizarnos. En el campo, siempre con la cabeza fría, pensando en el equipo y no en el orgullo propio.

Esperanza. Aunque resulte aparentemente imposible. Aunque tardemos años en lograr el objetivo, nunca desistamos de ello. Tantas veces caeremos y otras tantas nos levantaremos. No hay fracaso para quienes lo intentan, pero tampoco hay éxito para los que evitan el fracaso.

La selección nacional, con la élite del fútbol español, no es nuestro Real Oviedo, pero nuestro equipo puede fijarse en el ejemplo de esos campeones para afrontar esta temporada con mucho ánimo, mucho apoyo y, sobre todo, esperanza y confianza en ellos mismos.