La esencia del Barcelona de Guardiola se vio en 24 segundos. En una pifia, concretamente. Fue el tiempo que tardó el Madrid en adelantarse gracias a Benzema tras un error de bulto en un pase de Valdés. Dio igual. Nadie del Barça hizo un gesto de desaprobación al intento del portero. Tampoco se percibió ninguna merma en su confianza. Incluso Valdés siguió arriesgando en sus intervenciones. La propuesta romántica del Barça obliga a no rifar ningún balón. Bajo ningún concepto. Tampoco ante el rival que presiona con más vigor en el mundo, ni cuando los músculos no están aún desentumecidos. A la larga se verían los beneficios de proponer un estilo tan marcado.

Porque el gol del Madrid no alteró el guión. Más bien lo reforzó. El Barça se fue haciendo con la posesión, como si cada contacto con el balón supusiera un plus para la confianza de los jugadores azulgranas. El Madrid optó por salir a arreones. Como un séptimo de caballería perfectamente ordenado. Cristiano Ronaldo, en el papel del Llanero Solitario, eligió hacer la guerra por su cuenta. Grave error. Queda demostrado que cuando la ansiedad aprieta el luso es menos determinante.

Con el chupinazo de Benzema quedó inaugurada la fiesta. Pudo igualar el Barça a los seis minutos, pero Casillas sacó una mano providencial que recordó la diferencia entre el mejor portero del mundo y los aspirantes. Gozó de alguna contra el Madrid. Benzema de cabeza y Cristiano Ronaldo de duro disparo lo intentaron sin éxito. Quedó el camino abierto a alguna genialidad del Barça.

La pondría Messi, cómo no. En un bonito eslalon del argentino llegó el empate. Ni la pareja más pegajosa de marcadores (Sergio Ramos y Pepe) puede anular durante 90 minutos al mejor jugador del planeta. Messi aprovechó su escapada para reivindicar el fútbol del Barça también en el marcador.

El pase filtrado por Messi dejó a Alexis en la frontal. Conducción y disparo fueron todo en uno. Dinamita para la portería de Casillas. El empate terminó de hacer crecer al Barça.

Los blancos quedaron aturdidos por el golpe. Como si le hubieran arrebatado de pronto una ventaja que podría significar una Liga. Hasta el descanso sólo hubo espacio para una sonora reclamación del Bernabeu que entendía que Messi debería haber visto su segunda amarilla en una entrada a Alonso. Mourinho fomentó el acto con aspavientos desde el banquillo.

Lo ocurrido en la segunda mitad podrá encontrarse en la hemeroteca de los mejores momentos del Barça. Cuando dentro de unos años se recuerden las bondades del equipo de Guardiola, la segunda mitad de ayer en el Bernabeu estará junto a otras obras cumbres de esta exitosa época para los azulgranas.

Los primeros diez minutos pusieron de manifiesto que el Barça se había hecho con el balón de una forma descarada. Un excelente Coentrão en el apartado defensivo salvó ante Iniesta el segundo gol visitante. Nada podría hacer la zaga a los siete minutos de la reanudación.

El enésimo ataque del Barça acabó con un balón perdido a la frontal del área. Xavi, símbolo del juego coral azulgrana, decidió improvisar por una vez. Atacó el balón y dirigió una volea a la meta de Casillas. Marcelo entorpeció la trayectoria. El madridismo lo lamentó. El Barça, por delante, se había recuperado del mazazo inicial fiel a su estilo. Sin titubear.