En el Diccionario de la RAE, en la letra C se encuentra la siguiente definición:

«Clemente: compasivo. Que actúa con moderación al juzgar». ¿De verdad el actual entrenador del Real Sporting de Gijón responde a esa definición? En la calle, en el bar, el personal decreta por goleada que ni de coña hace honor a su nombre.

Ha tenido suerte este señor tan intempestivo, tan sobrado y faltón de haber recalado en Gijón. Las gentes de la marina, quizá por los iones que rezuma el ambiente, suelen ser mejor tomadas que las del interior. Si en vez de en la villa de Jovellanos hubiera caído por ejemplo en Oviedo, alguien habría propuesto ya, seguramente, que lo llevaran a echar un trago en el caño del Fontán, esa antigualla a ras de suelo que el entonces alcalde Antonio Masip, tan profundamente carbayón, recuperó en 1988 (al César, lo que es del César) y cuya tradicional función recoge con gracia el antaño popular poema de Luis de Tapia: «Caño de tan bajo trazo / hacía al más alto ser / doblar el recio espinazo / al inclinarse a beber. / Y tan humilde ejercicio / iba quitando, en verdad, / a muchas gentes el vicio / de su altiva vanidad. / En Oviedo, cuando alguno, / por su abolengo o su prez, / presumía, inoportuno, / de mal fundada altivez, / la turba de gente nueva / decía del tal truhán: hay que llevalu a que beba / en el cañu del Fontán».

Pero nada de eso: la afición sportinguista (en la que sólo milito de refilón y mientras el Oviedo siga en el exilio de la tropecientésima División) parece tener mucho temple. Porque lo que no tiene un pase es que cuando este club modesto y al borde del abismo, antes de darse por vencido, se pone en manos de un supuesto «genio de la pizarra» a cuyos honorarios puede acceder sin tirar la casa por la ventana, en vez de admitir con humildad que tiembla ante el lío en que se ha metido (al menos, lograr la permanencia), al aludido no se le ocurre nada mejor que, en plan preventivo, lanzarse a echar balones fuera, mostrarse impertinente (con algún periodista), falto de compasión (sobre todo, con los jugadores) e inmoderado al juzgar la situación. ¿Clemente? Ni por asomo. Más bien, inclemente. Que, en su tronante estilo, el famoso entrenador tal vez enuncie: ¡¡¡In-cle-men-te!!!

Ahora bien: al margen de todo esto, que el figura acierte y el Sporting tenga suerte. Por su puesto y por supuesto.