Tuvo que ser Joan Gaspart, el ex presidente azulgrana, quién si no, el que alumbrara ayer con uno de sus exabruptos el camino de los barcelonistas doloridos por la eliminación ante ese equipo menor, rácano y miserable que lleva por nombre Chelsea. La cantinela de los menores, los cerrojos y el fútbol prehistórico aparece en cuanto el Barcelona sufre un tropiezo. Sucedió cuando la semifinal contra el Inter de Mourinho y de las Alas Pumariño, la semifinal de los aspersores, quizá cuando la decepción del sábado pasado, y no digamos tras la de la noche triste del martes. Pero al fútbol se juega de muchas maneras, incluida la defensiva. Defensiva, sí, dirán ahora los londinenses, pero con tres goles a favor y dos en contra ante el mejor ataque que han visto los siglos. El partido del martes lo hemos visto muchas veces. «Esa película la vi muchas veces», sentenciaba Víctor Menéndez, que andará ahora por la Feria de Sevilla. No han sido los mejores cuatro días de la historia del Barcelona, que ahora mira hacia adentro en busca de lo que ha fallado este año. Porque algo habrá fallado.

Mientras, el Sporting, a un nivel bastante más bajo, prepara su particular semifinal, en Barcelona también, pero frente al Espanyol, que aspira a meter la cabeza en Europa. El partido del sábado es uno de esos que no se pueden perder. Y en estos casos a lo mejor convendría sintonizar el canal historia y recordar aquel otro en Valencia, cuando los rojiblancos de Ciriaco tenían que ganar para entrar en la UEFA. Y vaya si ganaron y entraron. Era un equipo joven y descarado que supo estar a la altura de las circunstancias. Lo mismo que se espera de este Sporting de Javier Clemente, un equipo joven también aunque quizá menos descarado que aquel que se plantó en Valencia donde tenía que ganar, y ganó.

A propósito del entrenador del Sporting, alguien analizaba ayer el juego del Chelsea y del Barcelona y escribía: «Me molesta, asimismo, que cuando Clemente coloca dos líneas de presión en el Bernabeu se diga que representa el anti-fútbol pero, si son otros los que lo hacen, se aluda a sus grandes condiciones de estrategas». El autor del párrafo, Orfeo Suárez, mostraba en el artículo su malestar por alguna pregunta realizada al entrenador del Chelsea, Di Matteo, que bien podría haberla realizado el mentado Joan Gaspart. Las preguntas en la sala de prensa de Barcelona fueron del tenor de si había aprendido lo que era jugar al fútbol y por ahí para allá. «Manca finezza», que diría Andreotti.

Los resultados de la ida de las semifinales europeas revelaron que no se puede ir por el fútbol sacando pecho antes de tiempo. La final española estaba cantada, según algunos y, según otros, la quinta era un hecho. No ha habido quinta, por cierto, ganada por el Real Madrid en 1960, hace cincuenta y dos años. Pero, eso sí, eran copas en blanco y negro como si las jugaran equipos desconocidos de quinto orden. Pero esa es otra historia. La actual pasa por averiguar si en los dominios de Sandrusco Rossell se va a analizar lo sucedido y si se van a tomar las disposiciones necesarias para el regreso a la senda triunfal.