Siempre que llega el final de temporada, es momento de hacer balance. A nivel colectivo ya se ha analizado en profundidad el rendimiento del Sporting, pero un rápido vistazo a los números individuales de los rojiblancos también resulta esclarecedor. Especialmente si se toma como referencia lo sucedido en temporadas anteriores. Treinta futbolistas diferentes han participado en el primer equipo del Sporting esta temporada. De ellos, el más utilizado fue Juan Pablo, que disputó todos los minutos salvo el encuentro en el Vicente Calderón de la primera vuelta en el que Preciado alineó un equipo formado totalmente por reservas. El máximo goleador de la temporada ha sido Barral con nueve dianas y el más expulsado, Lora, que se fue prematuramente a la ducha en dos ocasiones. Las cinco expulsiones que sufrieron los rojiblancos fueron por dobles amarillas, ningún futbolista del Sporting vio una tarjeta roja directa esta temporada. El Sporting lanzó tres penaltis y marcó los tres (De las Cuevas dos y Sangoy), mientras que Juan Pablo logró rechazar uno de los tres que le lanzaron (a Muniain en San Mamés).

De los futbolistas que iniciaron la temporada, hubo dos, Nacho Novo y Luis Morán, que abandonaron el club en el mercado de invierno. En la lado contrario se sitúa Adrián Colunga quien llegó en el mercado de invierno para intentar reforzar el ataque del equipo.

Una cuestión que llama la atención claramente con respecto a campañas anteriores es el importante peso que ha ganado Mareo en el primer equipo del Sporting, especialmente tras la llegada al banquillo de Javier Clemente, quien apostó decididamente por el talento de los jóvenes futbolistas. En total, esta temporada han disputado algún minuto con el primer equipo una docena de futbolistas que pasaron en algún momento de su formación por el filial rojiblanco (incluido Adrián Colunga, por más que esté cedido por el Getafe). De estos doce, hay seis futbolistas que comenzaron la temporada en el filial. De estos seis, hubo cinco que debutaron en el Sporting. Gálvez lo hizo de la mano de Preciado, y Mendy, Pedro Orfila, Moisés y Álex Menéndez (que ya había jugado la Copa con el cántabro) lo hicieron con Clemente. Curiosamente, Juan Muñiz, que ya debutó en el primer equipo en el último partido de la temporada 2008-09, junto con Sergio, fue el que tuvo una presencia más testimonial en el primer equipo, ya que sólo disputó la segundo mitad del partido de Anoeta. Incluso en la Copa fue reserva, a pesar del golazo que marcó en Mallorca.

Una prueba de que la planificación deportiva del primer equipo se quedó corta de efectivos en su zona defensiva es que los cuatro futbolistas que formaron la defensa titular del filial durante la primera vuelta acabaron jugando en el primer equipo.

Lo que no cambió fue la mala imagen del equipo en la Copa del Rey. Manuel Preciado siguió fiel a su política de alinear a los reservas en el torneo eliminatorio y, aunque el Sporting ganó el partido de ida en Palma, quedó eliminado a las primeras de cambio. En los seis años en que Preciado permaneció en Gijón, el Sporting tan sólo superó la primera ronda de la Copa en una ocasión. Fue en la temporada 2008-09, la primera tras el ascenso, en la que el equipo logró alcanzar los cuartos de final, en los que cayó ante el Athletic de Bilbao. El sportinguismo volvió a disfrutar aquel año con uno de sus torneos favoritos y quizá el que más alegrías le ha dado en su centenaria historia.

Es el análisis al por menor de una temporada que ha sido tremendamente dura para el sportinguismo y en la que se consumó el temido descenso a Segunda División. El rendimiento de muchos futbolistas no ha alcanzado el nivel que se esperaba de ellos y las causas han sido variadas. Desde los continuos cambios de posición hasta la falta de confianza por la mala clasificación del equipo. Los primeros resultados fueron malos y la plantilla se sumergió en un mar de dudas que complicó aún más la situación. El equipo entró en un bucle desgraciado del que ya no consiguió salir en todo el campeonato. La plantilla sufrirá este año una profunda renovación para abordar el objetivo inexcusable del ascenso.