Lo malo del verano es que se termina. Y se lleva consigo el esplendor, el verde frondoso de las hojas. Llega el otoño que desnuda las ramas y airea las carencias. El cambio de estación en el Sporting descubre un equipo que ha tenido más fruto que germen y que ha obtenido un rendimiento superior al fútbol que ofrece. Tuvo que venir el Alavés, un recién ascendido, uno de tantos equipos honrados que muestran respeto por el balón más allá de los escasos argumentos con los que cuente en su plantilla, a retratar al conjunto de Sandoval, que recibió en una mañana tantos goles como en los cinco partidos anteriores. Y lo grave es que el castillo pudo ser aún mayor.

Lo que más sorprende es la falta de actitud. La sensación de incomparecencia. Como un velocista con lumbago, el Sporting se quedó clavado en los tacos. Sencillamente no compitió. Fue una de esas míticas carajas que han acompañado a este equipo en los últimos años. No tienen explicación, pero se repiten sistemáticamente por más que cambien los futbolistas y los entrenadores.

En Mendizorroza, al Sporting le falló el que había sido su sostén durante las jornadas precedentes. La defensa se hundió de forma estrepitosa para confirmar lo que todo el mundo sospechaba. La línea más importante del equipo, según el estilo impuesto por Sandoval, sufre cuando la mitad de sus componente juegan fuera de lugar. Da miedo pensar qué hubiera sido de este equipo si se hubiera consumado el traspaso de Canella. La primera sanción de Mandi llega tras seis partidos, con lo que el canario tan sólo esquivo la amonestación en un encuentro, la mayoría innecesarias.

Falló la defensa y con ella se cayó el equipo. El accidente defensivo de ayer agravó el problema crónico de este equipo, al que le falta fútbol sobre el campo y le sobra en el banquillo. Un poco de Casquero y la hemorragia se detuvo. Al lesionado Nacho Cases, es mejor ni mentarlo. La dupla López Garai-Bustos castiga al juego del Sporting como pocos de sus rivales, es una renuncia voluntaria a la creación en el centro del campo. Si además no garantiza la destrucción, pierde por completo el sentido.

Lo malo no es perder en Mendizorroza, que no será un campo sencillo para ningún rival. Lo triste es la imagen de un equipo desarmado, que fue un juguete en manos de su rival. Cuando el fútbol no te acompaña, hay que recurrir a la intensidad. El Alavés superó al Sporting también en su aplicación a la presión, ganó todos los duelos individuales y mereció un resultado mayor.

Casquero mejoró al Sporting y detuvo la hemorragia

Dos botones de muestra resumen lo que fue el partido. Tras sacar de centro, el Sporting retrasó el balón a su portero. Cuéllar, que ha cogido el gusto a complicarse la vida, sufrió un resbalón y dejó la pelota a los pies de Viguera. El extremeño tuvo que emplearse a fondo para enmendar su error. Iban treinta segundos. Al cuarto de hora, Guzmán ganó la espalda a Lora y Mandi y sacó un centro que desvió el canario. Cuéllar pareció atrapar el balón por alto, pero chocó con Bernardo, quien mandó el balón a la red. El calvario se mantuvo durante todo el primer tiempo, en el que Guzmán marcó un segundo gol, Viguera estrelló un balón en el larguero y Vélez pudo salir pichichi.

Cómo lo vería Sandoval, que realizó un doble cambio a los 36 minutos. El técnico garantizó posteriormente que los sacrificados Cristian Bustos e Isma López serán titulares ante el Éibar. Da que pensar, si los cambios fueron para buscar una reacción, para señalar a dos de sus futbolistas o para proteger a dos jugadores con problemas físicos en un choque que ya se daba por perdido. Sea como fuere, el Sporting mejoró con Carmona y, sobre todo, con Casquero. Este equipo pide a gritos un centrocampista que lo mueva para aprovechar las muchas virtudes que tiene el colectivo. La plantilla sólo ofrece tres opciones Nacho Cases (lesionado), Casquero o Sergio Álvarez. Sirve cualquiera de las tres.

Al ritmo que marcaba Casquero, el Sporting cambió el signo del partido, se hizo con el balón y obligó a recular al Alavés. A ratos, incluso pareció que los rojiblancos serían capaces de anotar ese gol que los hubiera metido en el partido. No alcanzó para tanto, pero al menos sí que se paró la hemorragia.

Goitia disfrutó de una relajada sesión vermut. Saco un tiro potente de Hugo Fraile, un remate cercano de Scepovic y, por si acaso, un zurriagazo a quemarropa de Carmona invalidad por fuera de juego. Hubo algún susto más, que no encontró portería. Al final, cuando el Sporting intentaba la heroica con Scepovic buscando el gol del cojo, el Alavés, que había incorporado jugadores de fino toque, montó una contra de manual y redondeó el marcador.

El enfado de Sandoval con sus futbolistas fue mayúsculo. A tono con el pobre rendimiento de un equipo que, una vez más, no estuvo a la altura de su afición. Dicen que estos partidos conviene olvidarlos cuanto antes, pero quizá vendría bien tener el vídeo a mano para ponerlo cada vez que al euforia se dispare. La cogida no es grave, aunque sí aparatosa. Lo importante es poner los «medios» para que no se repita.