Seguramente, ya nada vuelva a ser igual tras el partido de ayer. Si quedaba algún ingenuo en la categoría que aún no veía al Sporting como un aspirante a todo, el choque ante el Valladolid habrá despertado las reservas del más pintado. Abelardo había definido al conjunto pucelano, que cuenta con una de las mejores y más amplias plantilla de la categoría, como un buen termómetro para medir el nivel de su equipo. El Sporting ha pasado la prueba con nota y el mercurio se ha disparado. La fiebre por el Abelardismo y el Sporting de los guajes sigue subiendo en El Molinón.

Tras un ilusionante inicio de temporada, se esperaba la visita del Valladolid como un baño de realidad. El conjunto pucelano aspira por naturaleza a regresar a Primera y el Sporting afronta un año difícil con un plantilla joven y escasa de efectivos que está rindiendo muy por encima de lo esperado. El equipo de Abelardo, el único de la categoría que se mantiene invicto después de seis jornadas, dio un nivel de aspirante serio. Dominó a su rival, que se le escapó vivo en el primer tiempo y supo levantarse con orgullo tras el golpe en las costillas que supuso el gol visitante, en el único cuarto de hora en que los rojiblancos cedieron el mando del choque.

No es fácil derrotar al Sporting de Abelardo, un equipo que compensa con creces las carencias por la falta de recursos para confeccionar su plantilla. El cesto imbrica a un puñado de jóvenes talentos con ese descaro del que quiere comerse el mundo. El Sporting tiene también un entrenador que deja su sello. Los rojiblancos dominan todos los aspectos entrenables de un equipo. Han alcanzado un alto grado de seguridad defensiva, dominan la estrategia en las dos áreas y gestionan con criterio la posesión. Tienen, claro está, esos pequeños pecados de juventud. El Sporting no especula, ni se regodea, busca salidas por banda y presenta pelea con sus puñales.

A los rojiblancos se les escurrió el liderato entre los dedos. Quizá le hubiera bastado con cambiar la ubicación de los jueces de línea. El que marcaba el ataque pucelano, permisivo en exceso. El otro fue quien retrasó la remontada rojiblanca por su estricto marcaje a Guerrero, al que invalidó un gol al señalar un fuera de juego inexistente. Abelardo ya tiene claro a estas alturas que nadie le va a dar nada. El club no le trae refuerzos, de los rivales se ha ganado el máximo respeto y los árbitros siguen con su tarea de socavar las opciones rojiblancas de alcanzar un objetivo ya de por sí lejano.

Si el Valladolid, como decía el Pitu en la previa, es el termómetro, el Sporting gana cuerpo como aspirante. El rojiblanco fue el equipo que más méritos hizo para buscar la victoria, amontonó ocasiones meridianas y sufrió un grave error arbitral. El Sporting tiene además un valor añadido por el empuje de una afición que ha vuelto a identificarse con su equipo. La entrega, la intensidad y el descaro de los guajes consiguen este efecto en la grada. Es un equipo con alma y con talento. Dos tesoros a cultivar.

El Sporting empató con una falta de ejecución impecable

Sorprendió de entrada el planteamiento de Rubi. El Valladolid vino a Gijón con la prudencia por bandera. El técnico pucelano tenía muy claro que sería un escenario muy diferente al de la Copa. Renunció de entrada a la posesión, aunque tuvo veneno en sus salidas a la contra. El Sporting dejó claro desde el saque inicial que tenía muchas ganas de demostrar que hay equipo. Los rojiblancos dispusieron de más y mejores ocasiones, pero también fue necesaria la intervención de Cuéllar en acciones puntuales.

El Sporting ganó esta vez la batalla del centro del campo. Nacho Cases sacó el tiralíneas desde los primeros minutos y Sergio barrió todos los balones sin dueño como el mejor de los recogepelotas. Controlado el centro neurálgico del juego, el Sporting abrió el campo con Jony y Carmona cargando una y otra vez por los flancos. Se echó en falta que ese dominio se tradujese en ocasiones diáfanas.

El único pero al equipo en la primera mitad fue la facilidad con la que el Valladolid le cazó a la contra. No conviente tampoco subestimar la calidad de los pucelanos, que cuentan con una plantilla bien nutrida de futbolistas de Primera. La sensación al descanso era que al Sporting se le escapaba vivo el Valladolid.

Rubi mandó cargar tras la reanudación y el Valladolid creció aprovechando un par de desajustes defensivos rojiblancos al tirar el fuera de juego. Por ahí vinieron las dos mejores llegadas visitantes, un mano a mano a de Alfaro al que Cuéllar le achicó el espacio y el gol de Bergdich, que apareció libre de marca en el borde del área.

Tras el impacto inicial, Abelardo movió sus peones. En especial acertó con Juan Muñiz, uno de sus cambios de cabecera. El gijonés fue clave en el resurgir rojiblancos gracias a su golpeo de balón. También Guerrero y Jony activaron el plan de emergencias, ese que ha sacado ya al equipo de algunos apuros, como sucedió en Soria o en Albacete. El empuje rojiblanco fue acorralando a su rival que acabó cediendo en un gol digno de los manuales de estrategia más valorados. Una espectacular "banana" de Juan Muñiz fue correspondida por un gran movimiento y un cabezazo perfecto de Guerrero. Un gol que hizo rugir a El Molinón como en los mejores tiempos. Un Sporting que ya enseña los dientes.