Puestos a describir los caprichos de la fortuna aplicados al deporte alguien ingenió un nombre con tirón: la suerte del campeón. Bajó el título se engloban los golpes que el destino reserva a los conjuntos ganadores, a los triunfadores. Ayer el Oviedo tuvo algo de este arte en El Plantío. Planteó un partido en el que la velocidad sería su arma, vaya eso por delante en la hoja de méritos de los de Egea, pero también necesitó de algunas migajas de suerte. O de una tonelada, según se vea, como ocurrió en los tres disparos que el Burgos estrelló en la madera. En todo caso, una centésima parte de la fortuna que el fútbol le debe tras los últimos años de penurias. La mezcla de suerte en momentos puntuales y la voracidad con la que los azules se comportan en el área dieron como resultado un 0-2 que reafirman al Oviedo como el equipo más fuerte de la competición.

Los peligros en Burgos llegaban desde dos frentes distintos: las bajas, cuatro, y las previsibles malas condiciones climatológicos. Lo de las ausencias lo remedió Egea con un par de pinceladas, nada que se alejara demasiado de la ortodoxia que preside todas sus decisiones.

Con la mente entre los ausentes y el hombre del tiempo nadie pareció darle importancia al Burgos. El equipo de Arconada reclamó su papel con una actuación convincente desde el primer minuto. Carralero, estética zurda la suya, dejó temblando el poste antes del segundo minuto.

Tardó el Oviedo en cogerle el tono al partido. Más o menos lo mismo que tarda en entrar el agua caliente en la ducha una gélida mañana. Pero cuando se presentó en el choque, lo hizo con la contundencia del que va a anunciar algo importante.

A Susaeta le ofrecieron una falta muy cerca de la línea de fondo, pero con la separación suficiente como para amenazar la meta del Burgos. La mente imaginativa del vasco dibujó una parábola que su pie entendió a la perfección. El meta local, Álvaro, mente cuadriculada, no entendía otra cosa que un centro y el chut le superó hasta entrar cerca de la escuadra.

El Burgos intensificó su dominio tras la roja a Nacho López

El Burgos maldijo su tino con más dosis de su plan de ataque. Como si tuviera que demostrar que su fe era inquebrantable. Cristian enganchó una volea desde la frontal que el larguero repelió. Los locales reclamaron que el balón había rebasado la línea de la portería, pero el árbitro no pudo afinar tanto su vista, así es la tecnología de la Segunda B y dejó seguir. Alguien reclamó el uso de chips en los balones desde la grada pero la inversión en I+D de esta temporada se ha agotado con los sprays que alejan a las barreras.

A los 20 minutos, el Burgos había estrellado dos balones en la madera y el Oviedo había marcado en su primera aproximación. A los azules este año les acompaña la suerte, virtud incalculable en los equipos triunfadores. El Oviedo cedió, parece que conscientemente, el balón a un atrevido Burgos. La defensa de los de Arconada pisaba el centro del campo en un acto de valentía o temeridad. El resultado final decidiría. Linares pudo ahondar en la herida con un buen servicio de Sergio García, pero su remate se fue cruzado.

Apretaba el Burgos en los instantes finales de la primera mitad cuando el Oviedo dio el segundo mordisco. Los de Arconada sacaron de banda cerca del banderín, perdieron el esférico y el Oviedo montó la contra. Borja Valle intuyó el desmarque de Sergio García y le cedió al espacio. El zamorano, atleta acompañado de un balón, se deshizo de la defensa vulnerando los límites de velocidad, también el margen de error de los radares, y batió por bajo a Álvaro. El 0-2 lucía exagerado en el luminoso de El Plantío.

El Oviedo sí se mostró menos vulnerable en la segunda mitad. Al Burgos pensar en la remontada le pareció demasiado trabajo aunque nunca le perdió la cara al partido: pudo reducir distancias en un remate de Cristian tras un centro lateral. El arreón final llegó con la expulsión de Nacho López, doble amarilla. Entonces los de Arconada entendieron que debían irse del partido mostrando una vez más sus méritos en ataque. No pasó de una sucesión de saques de esquinas y centros al área que el Oviedo defendió con bastante contundencia. Cristian, delantero sin olfato ayer, redondeó su tarde aciaga a dos minutos del final. Su remate en semi fallo cogió altura y superó a Esteban. El larguero volvió a aparecer para recordar que la fortuna había apostado ayer por el 2 en El Plantío.

El Oviedo resistió y sumó una importante victoria. Un triunfo que coge más cuerpo cuando se echa un vistazo a la tabla: los de Egea son más líderes que nunca, con ocho puntos de ventaja sobre el segundo clasificado. Y semejante diferencia no es cosa exclusiva de la suerte que ayer si estuvo de su lado.