La tentación de denunciar el expolio es enorme, pero no sería justo con un equipo que ayer dio una exhibición de carácter y calidad en La Romareda. Hay equipos que se recuerdan en la memoria colectiva. Algún día está generación hablará a sus descendientes del Sporting de los guajes y de cómo Abelardo consiguió que un equipo inexperto y sin fichajes pelease el ascenso hasta la línea de meta, en una Segunda División superpoblada de equipos de Primera.

Bastaba un vistazo al aparcamiento de futbolistas del Zaragoza para darse cuenta de la enorme diferencia de presupuesto entre una plantilla y la otra. También fue grande la diferencia sobre el césped, donde el Sporting puso el fútbol y las ocasiones, incluso durante los veinticinco minutos que jugó en inferioridad numérica por la injusta expulsión de Álex Menéndez.

No sería justo comenzar dando protagonismo a Muñoz Mayordomo, a sus asistentes o al atraco que perpetraron. Tiene mérito el colectivo arbitral, que cada semana consigue superarse con un escándalo mayor que la anterior, pisoteando el trabajo de unos profesionales y la ilusión de una afición que no se lo merece. El nombre de Muñoz Mayordomo queda anotado al nivel de Santos Pargaña o de Sánchez Martínez, a quien ya se le ha encargado el partido de la próxima semana para que haga otro trabajo fino.

El cuerpo pide descargar adrenalina por el clamoroso manotazo de Fernández al balón sobre la línea de gol o por la inexistente falta que dio origen al gol local y acercó a Álex Menéndez a la expulsión. El cerebro escoge destacar el tremendo partido del Sporting. La solvencia de Cuéllar, la solidez de Luis Hernández, el trabajo de Mandi, de Sergio, la aportación de Pablo Pérez y Rachid. Y por encima de todo, el prodigioso debut de Jorge Meré, un central de largo recorrido que ayer se presentó en el fútbol profesional con un partido de primer nivel.

El Sporting sumó un punto que cualquier equipo celebraría, pero que no satisface a un equipo ambicioso que vino a ganar.