Como Manuel Santana en la década de los 60 o Severiano Ballesteros en la de los 80, Javier Fernández pertenece a esa estirpe de grandes deportistas que surgen por generación espontánea. Como el tenis o el golf en su momento, el patinaje sobre hielo era hasta hace poco una modalidad fantasma en España. Por eso tiene más mérito la historia de este madrileño que en 2008, con 17 años, se lió la manta a la cabeza para marcharse solo a Estados Unidos. Y solo se las ha ingeniado para llegar a la cumbre del patinaje. Esta semana ganó su cuarto campeonato de Europa, con tanta autoridad que lo utilizó como banco de pruebas para el mundial que se celebrará dentro de dos meses. Porque Javier, a diferencia de otros deportistas, no se conforma con un palmarés en el que ya sólo le falta el título olímpico. El japonés Yuzuru Hanyu, que representa la excelencia de este deporte, es el motor que lleva a Javier Fernández a superar sus límites, como ha demostrado en Bratislava. Seguro que si lo consigue, Javier Fernández ya no se sentirá tan solo. En la cumbre siempre hay compañía.