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Fondo Norte

Zidane los quiere gladiadores

El Real Madrid corrió menos que el Atlético, pero peleó tanto o más para volver a la gloria

La imagen de Jorge Meré en el banquillo de la selección absoluta de España el domingo durante el partido ante la Bosnia de Vranjes es sin duda el mejor colofón posible a la histórica temporada del Sporting de la permanencia. Un chaval de la cantera rojiblanca en el banquillo del equipo nacional, aunque fuera un equipo experimental a la espera de que lleguen los seleccionados que han jugado las recientes finales coperas, es el mejor reconocimiento posible a Mareo y a una política a la que el Sporting no puede renunciar. Y, por cierto, a ver qué jugadores vienen por detrás para cubrir con una amplia representación casera muchos puestos de la plantilla y del primer equipo. No hay futuro que no pase por la cantera.

Pasan los días, hoy ya es martes aunque esto siga sin ser Bélgica, y siguen apareciendo numerosos análisis de lo que fue la final europea del sábado, récord de audiencia televisiva en España. Una final que no fue, ni de lejos, la mejor jugada, pero que estuvo cargada de emoción e interés hasta que el balón de Cristiana Ronaldo cruzó la línea de la portería de Oblak. El Real Madrid ganó porque su entrenador, un tal Zinedine Zidane, ha convertido a los jugadores blancos, tan abúlicos antes, en una especie de gladiadores que corrieron menos que sus rivales, pero que no se esconden en la pelea ante nadie. El admirable Atlético se encontró con un rival que no escondió la cara desde el inicio. El arranque blanco fue enorme, pero enorme fue el esfuerzo marcado por Zidane, modelo de futbolista elegante que apuesta como entrenador por un equipo recio, peleón y entregado.

El entrenador triunfante lo anunció en la víspera: la clave iba a estar en "correr, correr y correr". Los más finos analistas quedaron desconcertados por la exigencia que marcaba Zidane a los suyos, como si un Mourinho cualquiera se tratara. Pareció claro que Cristiano Ronaldo jugó la final lesionado, aunque la discreción instalada a la hora de hablar del estado físico de jugadores-multinacionales, como es el caso, desvíe la atención. Fue indudable que al final del partido llegaron rotos los dos equipos, con la excepción del admirable Casemiro, el hombre de la noche blanca, y que en la tanda de penaltis, al margen del fallo de Juanfran, quizá motivado por la estirada de Keylor Navas, hubo dos imágenes inolvidables: el avance de Lucas Vázquez hacia la zona de lanzamiento jugueteando con el balón en prueba de juvenil e insultante seguridad, y el lanzamiento de Bale, perfecto penalty del cojo, penalty clave.

La victoria del Real Madrid confirma que la apuesta de Zidane ha sido un acierto de Florentino Pérez, que tiene margen de maniobra para el resto de su mandato. No hay debate ni sobre la presidencia ni sobre el banquillo. El debate pasa a la acera de enfrente, donde el propio Simeone lo ha abierto. Hay quien dice que se siente culpable de la derrota por no haber arriesgado en la prórroga cuando el Madrid parecía más roto que los suyos. Resulta que el Madrid terminó el tiempo de juego mejor, y no digamos en los tiros desde el punto de penalty. La Undécima normaliza la situación de un Madrid que ha terminado en la gloria una temporada que parecía condenada al fracaso.

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